Polônia - Capítulo
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Carta do Superior Geral
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Lluvia para estas Raíces
(Decimo quinto Domingo del Tiempo Ordinario: Isaías 55:10-11; Romanos 8:18-23; Mateo 13:1-23)
Una parábola es una comparación. Puede ser un dicho corto, o puede ser, como en el Evangelio de hoy, bastante extendida y detallada.
Jesús compara a aquellos que escuchan sus palabras con las semillas sembradas en una variedad de suelos. Isaías compara a la palabra de Dios con el agua. Las dos imágenes encajan perfectamente, y me recuerdan a 2 Corintios 3:6, donde San Pablo escribe: “yo planté, Apolo regó, pero fue Dios el que dio el crecimiento”
Nosotros podemos discernir también una especie de parábola partiendo de nuestro texto de San Pablo. El contrasta el sufrimiento con la gloria venidera. Nosotros podríamos ver el sufrimiento en la preparación del suelo para plantar, un proceso tedioso y doloroso, recordando lo que Dios le dijo a Adán: “Con el sudor de tu frente obtendrás tu pan para comer”
La Bella Señora de La Salette se estaba dirigiendo a un pueblo a quien no le era extraño el “sudor en la frente”. Llevaban una vida dura; en 1846, tenían muy poco para vivir. El hambre se reflejaba en sus rostros.
En su mayoría ellos entrarían a formar parte del tercer grupo identificado por Jesús, la semilla sembrada entre las espinas de la preocupación mundana. La lluvia era la causante de la hambruna – demasiada cuando menos se la necesitaba y muy poca cuando más hacía falta, resultando en la perdida de los cultivos básicos, trigo y papas al mismo tiempo.
Con llanto genuino María expreso por el sufrimiento de su pueblo, pero no dudó en hacer la conexión con la falta de fe de ese pueblo. ¿Pudiera el fracaso del suelo en producir sus frutos hacerles dar cuenta de su propio fracaso al producir frutos de vida cristiana?
Con todo, todas las lecturas de hoy son una fuente de esperanza. Jesús sabe que habrá un suelo fértil; Isaías sabe que la palabra de Dios cumplirá su propósito; Pablo sabe que a los fieles les espera la Gloria.
El P. Michael Cox, M.S. escribió un libro en 1956, con el titulo de Lluvia para estas Raíces, acerca del significado de la aparición de María en La Salette, Lourdes y Fátima. El sacó el titulo de las últimas palabras de un poema escrito por Gerard Manley Hopkins: “Señor de la vida, envía lluvia sobre mis raíces”
Nosotros podemos fácilmente hacer la comparación entre la lluvia y las lagrimas de Nuestra Señora. Esas lágrimas son una parábola sin palabras.

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Los pequeños
(Decimocuarto domingo del tiempo ordinario: Zacarías 9, 9-10; Romanos 8, 9-13; Mateo 11, 25-30)
Jesús agradece a su Padre por haber revelado “estas cosas” a “los sencillos” y no a “los sabios e inteligentes”. El no dice qué son esas cosas específicas que tiene en mente. El pensar es más general: el Padre ha mostrado su preferencia por los humildes y los pequeños. El Magníficat de María refleja la misma realidad.
No hay que extrañarse entonces de que, en la mayoría de las Apariciones, Nuestra Señora haya elegido a “los pequeños” como sus testigos. La Salette no es una excepción. Es difícil imaginar que pudiera haber personas más humildes que Maximino Giraud y Melania Calvat. Aun después de haber recibido una educación, ellos no se pusieron por encima de la mayoría de sus pares que recibieron una educación similar.
Se rumoreaba lo contrario. Una carta fechada en 19 de febrero de 1845 – cinco meses después de la Aparición – y enviada al párroco de Corps, incluía un relato de la Aparición que entro otros errores incluía la siguiente declaración acerca de los niños: “De miedosos que eran, se convertían de repente en osados; de simples campesinos que eran se hicieron intelectuales y elocuentes”
Es cierto que asombraban a la gente con las repuestas que daban a preguntas tramposas, y su resistencia a las presiones que se les ponían para que negaran lo que habían visto y oído. Pero lo hicieron con gran simplicidad. Seguían siendo “los pequeños”
Jesús se describe a sí mismo como “el manso” y encontramos el mismo adjetivo usado para el rey que estaba por venir, en la primera lectura. Jesús también nos dice que aprendamos de él. En otro lugar nos dice que seamos como niños pequeños.
Esta mansedumbre ciertamente se adapta a aquellos a quienes San Pablo describe como "en el Espíritu". Aquellos en quienes "el Espíritu de Dios habita" esos no pueden ser arrogantes, ni creerse superiores a los demás.
Se dice que a Maximino siendo adulto se le pidió relatar la historia de la Bella Señora una vez más. Él lo hizo, y concluyó con estas palabras: “Y luego ella desapareció, y me dejo aquí con mis defectos”
Que espléndido ejemplo de mansedumbre de la que Jesús habla: Reconociendo la gracia de Dios y nuestra indignidad. Todos podemos ser “los pequeños” en este sentido.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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El Dominio
(Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario: 2 Reyes 4:8-16; Romanos 6:3-11; Mateo 10: 37-42)
¿Has notado cuántas veces San Pablo hace referencia a la muerte en la segunda lectura? Yo pude contar unas 10 veces. También menciona el pecado, dos veces. Su tema central, no obstante, es hablar de la vida, de la cual hace referencia explícita muchas veces.
Todos estos elementos se juntan en la última oración: “Considérense a ustedes mismos como muertos al pecado y viviendo para Dios en Cristo Jesús”
El contexto es el Bautismo, en el cual nosotros morimos con Cristo para que podamos vivir con él. La muerte ya no tiene dominio sobre él ni sobre nosotros, tampoco el pecado.
Aquello supone que somos fieles a nuestros compromisos bautismales. De los cristianos bautizados siendo bebés se espera que en algún momento ratifiquen por su propia cuenta la profesión de fe que un día alguien más hizo en nombre de ellos.
Pero la experiencia nos enseña que esta fidelidad no debe darse por hecha, que esta ratificación de ningún modo está garantizada.
Ese fue el motivo que hizo que María viniera a La Salette. Ella pronunció algunas palabras desafiantes, pero no tanto como aquellas que encontramos en el Evangelio de hoy. Jesús pide de nosotros una lealtad absoluta y total. Tenemos que cargar con nuestra cruz. Ese es el precio del discipulado.
No debe sorprendernos el hecho de que muchas personas no están dispuestas a aceptar este pedido, tanto hoy como en el mundo grecorromano y asiático donde el Evangelio fue predicado, primeramente.
En la Salette, Nuestra Señora siente pesar por la situación en la que su pueblo ha caído, materialmente y espiritualmente; ella no soporta ver el dominio del pecado y de la muerte sobre la vida de ese su pueblo. Ella llora porque han perdido el respeto por su Hijo y por las cosas de Dios. El Bautismo ya no tiene ningún valor para ellos.
Pero también muestra determinación. Ella no se quedará tranquila dejándoles sufrir las consecuencias del pecado.
Sobre su pecho lleva un Cristo crucificado, para que nos acordáramos de aquel que murió por nuestros pecados y que hizo tanto para que de verdad nosotros podamos vivir. El costo del discipulado no puede compararse con el precio que Jesús pagó para salvarnos.
Cuál dominio habremos de elegir: ¿El de Cristo o el del pecado?

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Sin miedo
(Decimosegundo Domingo del Tiempo Ordinario: Jeremías 20,10-13; Romanos 5,12-15; Mateo 10, 26-33)
Cuando le pregunto a la gente sobre cuál es su parte favorita del mensaje de La Salette, la mayoría cita las primeras palabras, “acérquense hijos míos, no tengan miedo”.
Vemos a Jeremías rodeado por sus enemigos, y aun así su confianza en el Señor permanece inamovible. El origen de esa confianza se remonta a los primeros versículos del capítulo 1, aquel momento cuando Dios lo llamó para ser profeta. Jeremías no estaba tan seguro. “Soy demasiado joven” dijo. Dios respondió, “A donde quiera que te envíe, irás; lo que te mande proclamarás, no les temas porque yo estoy contigo para librarte”
Justo antes del pasaje del evangelio de hoy, Jesús ha estado diciendo a sus Apóstoles que esperaran persecución y traición aun de sus propias familias. Y luego les dice, más de una vez, “No tengan miedo”
Pocos de entre nosotros tenemos el poder de disipar el miedo de alguien más. Podemos decir “No te preocupes” pero raramente podemos convencerle. La razón es simple: nosotros somos incapaces de inspirar la misma confianza tal como lo hicieron el mismo Jesús o la Bella Señora.
San Pablo nos clarifica de donde viene nuestra confianza cristiana. Al reflexionar sobre el pecado humano, pone en claro que la gracia de Dios se ha “desbordado” La gracia es por mucho, más poderosa que la transgresión.

Algunas veces se le acusa a la Iglesia de haberse obsesionado con el pecado. Comenzamos la Misa con el rito penitencial. Pasamos los cuarenta días de la cuaresma de cada año enfocándonos en nuestros pecados. Animamos a la gente a confesar sus pecados de manera regular en el Sacramento de la Reconciliación. Nuestra Señora de La Salette, del mismo modo que los profetas, parece detenerse y concentrarse en los pecados de su pueblo.
Eso es cierto; pero por medio de mostrarles a los pecadores cuánto se han extraviado, María, los profetas y la Iglesia les están invitando a volver. Al ser conscientes de nuestros pecados se nos invita a rememorar la Gracia de Dios.
Si te encuentras distante de Dios a causa de tus pecados, recuerda esto: Nadie (ni siquiera tú) está fuera del poder del Señor para salvar, nadie está más allá de la voluntad perdonadora de Dios.
No te quedes lejos. Acércate, no tengas miedo.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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Lo realmente importante
(Domingo de la Santísima Trinidad: Éxodo 34:4-6 & 8-9; 2 Corintios 13:11-13; Juan 3:16-18)
El tema de las lecturas de hoy no da lugar a confusiones: La misericordia y la compasión de Dios, su inmenso amor por el mundo. El mismo Dios que se revela a sí mismo como Padre, Hijo y Espíritu, se revela como “lento a la cólera y rico en bondad” una frase que es recurrente muchas veces en las Escrituras.

Dios es “lento a la cólera”. Esto no significa que sea indiferente ante el pecado. De hecho, el versículo omitido de la primera lectura describe a Dios también como el que “no declara inocente al culpable” Moisés reconoce que su pueblo es “duro de cerviz”. Pablo les recuerda a los Corintios que deben corregir su manera de vivir. Y hasta el Evangelio de Juan reconoce que existe la posibilidad de la condenación, justo dos versículos después de haber proclamado que “Dios tanto amó al mundo”.
Si a Dios no le importase el pecado, Nuestra Señora no tendría ninguna razón para aparecerse en La Salette. Ella vino porque nuestro pecado es algo serio.
Hay una diferencia entre pecados y crímenes. Mientras que algunos crímenes probablemente también sean pecados, no todo pecado es un crimen. Fallar a la hora de respetar el nombre de Jesús, o no guardar la abstinencia Cuaresmal, o no respetar en descanso del domingo, o no ir a la Misa dominical – nada de esto es un acto criminal y aun así María se quejó y lo hizo llorando.

Los crímenes son definidos por la sociedad y castigados por la sociedad porque se trata de algo serio que tiene que ver con el bienestar y el buen orden de la misma.
En el Salmo 50 David ora, “Contra ti, contra ti solo pequé” ¿Y qué de Urías, a quien le causó la muerte? ¿Y qué de la esposa de Urías, Betsabé, a quien David sedujo? ¿Acaso no pecó contra ellos? No hay duda de que cometió un crimen contra ellos, porque esas cosas eran algo serio para la sociedad en la cual él vivió.

Sí, esos crímenes también eran pecados, porque eran algo serio para Dios, aún más que para la sociedad.
El pecado no es solamente una cuestión de quebrantar un mandamiento. Es una violación en contra de la relación que estamos llamados a tener con Dios, una relación que es profundamente importante.
De muchas maneras la Aparición de Nuestra Señora de La Salette demuestra que lo que es importante para nosotros (hambre, muerte de los niños) lo es también para Dios.
Eso debería llevarnos a hacernos la pregunta si lo que es importante para Dios es realmente importante para nosotros también.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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sábado, 03 junho 2017 21:39

P. Rene Butler MS - Pentecostés - El Don

El Don
(Pentecostés: Hechos 2:1-11; 1 Corintios 12:3-13; Juan 20:19-23)
Jesús les dijo a los discípulos “quédense en la ciudad hasta que sean revestidos con un poder que viene de lo alto” (Lucas 24, 49) Es por eso que ellos “permanecieron juntos en un solo lugar”, pero no podían saber que esperar. Cuando, de repente, muchas cosas sucedieron al mismo tiempo – ¡viento! ¡fuego! ¡la habilidad de hablar en lenguas!
Nosotros hablamos del “don” de lenguas, que no es tanto como un regalo para la persona que lo recibe, sino que es “para algún bien” en favor de la Iglesia. En teología, esta clase de don se llama carisma.
Las apariciones y los milagros son mencionados como “acontecimientos carismáticos” porque son un don para los creyentes y sirven para reforzar nuestra fe o aumentar nuestra devoción y nuestro compromiso, y así son un beneficio para toda la Iglesia.

El carisma de La Salette, fue cuidadosamente estudiado en los años 70s y llego a ser identificado con la Reconciliación. Este don no es propio de La Salette, pero es dado por medio de La Salette de una manera única.
El evangelio de hoy provee una excelente ilustración. Jesús sopla sobre sus discípulos y les dice, “Reciban el Espíritu Santo, a aquellos a quienes ustedes les perdonen los pecados les serán perdonados y a aquellos que no, sus pecados les serán retenidos.”

En los Santuarios de La Salette y en el ministerio saletense en general, se le recuerda a la gente sobre la importancia y el valor del don que es el Sacramente de la Penitencia, como también del don del perdón mutuo y la reconciliación con nuestro prójimo. Así la reconciliación llega a ser el enfoque central.
Pero la Reconciliación no es algo propio de la Salette. Los Misioneros de la Sangre Preciosa, por ejemplo, la ven como su carisma también, pero tampoco les “pertenece” a ellos únicamente. Pertenece a la Iglesia, la cual la recibió cando Jesús reconcilió al mundo con el Padre “Haciendo la paz por medio de su sangre en la cruz” (Colosenses 1:20)
Su carácter de único le viene de una perspectiva diferente, que es el prisma por medio del cual cada carisma es recibido y reflejado. Esto también es un don del Espíritu.
En nuestro caso el don y el carisma de la Reconciliación es filtrado por el acontecimiento, el mensaje y la Bella Señora de La Salette.

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