Enemigos, ya no.
(12do Domingo Ordinario: Jeremías 20:10-13; Romanos 5:12-15; Mateo 10: 26-33)
¿Tienes enemigos? Todos sabemos de personas a las que nos les agradamos, que pudieran tener algún resentimiento en contra nuestra. Pero los enemigos buscan hacernos daño y se regocijan con nuestros fracasos. Es fácil desear que lo mismo les pase a ellos, tal como hace Jeremías.
El reza, “Señor de los ejércitos, que examinas al justo, que ves las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos!, porque a ti he encomendado mi causa”. Su oración pidiendo justicia busca reivindicación, pero también el castigo para sus enemigos.
El Salmo responsorial de hoy consiste de ocho versículos seleccionados del Salmo 69. Si lees todos los treinta y siete versículos, encontrarás una serie de maldiciones. Aquí una sola de muestra: ”Que se nuble su vista y no vean y sus espaldas se queden sin fuerzas”.
Como seres humanos, podemos comprender tal reacción de parte de víctimas de la injusticia. Como cristianos, sin embargo, no podemos olvidar el mandamiento de Jesús: “Amen a sus enemigos”. En el Evangelio de hoy, refiriéndose a la persecución que se avecina, tiernamente nos anima: “ustedes valen más que muchos pájaros”. Confianza, no venganza.
Como miembros de la familia saletense mundial. Intentamos regirnos bajo estos principios, con una especial preocupación por la Reconciliación. Luchar contra los males del tiempo presente significa buscar las maneras de poner fin a las enemistades doquiera que existan.
Con todo, terminar con las hostilidades no es suficiente. La Reconciliación nos llama a sanar. Nuestra oración debería ser “para que los enemigos vuelvan a la amistad, los adversarios se den la mano, y los pueblos busquen la concordia” (Segunda Plegaria Eucarística por la Reconciliación).
El texto de San Pablo para hoy, poderosamente lo declara: “Pero no hay proporción entre el don y la falta. Porque si la falta de uno solo provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos”.
Se está refiriendo a lo que él llama, anteriormente en este capítulo, “paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo”.
Esa era el propósito de la Aparición de María en La Salette. La transformación llevada a cabo por la Reconciliación es infinitamente más grande que la ofensa que hizo necesaria la Reconciliación.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.