En Nuestra Propia Lengua
(Domingo de Pentecostés: Hechos 2:1-11; 1 Corintios 12:3-13 O Romanos 8:8-17; Juan 20:19-23 O Juan 14:15-26)
Después de la venida del Espíritu Santo sobre ellos, los Apóstoles entraron en contacto con una audiencia internacional, hablaban en arameo mientras que las personas de diferentes nacionalidades los oían hablar en su propia lengua. Aquello, por supuesto, era obra del Espíritu, una señal única.
¿Acaso no sería maravilloso si esta señal hubiera continuado hasta nuestros días? Pero esta manifestación particular del don de lenguas parece haber sido reservada únicamente para aquel acontecimiento. Hoy los misioneros pasan un largo tiempo aprendiendo idiomas con el objetivo de predicar el evangelio.
En los encuentros internacionales de los Misioneros de La Salette, con frecuencia serví como traductor simultáneo, y estoy bastante consciente de cuán inadecuado aquello a veces puede llegar a ser. Encontrar el giro correcto de una frase en la marcha es un constante desafío.
María habló dos idiomas en La Salette. Comenzó con el francés, y luego en cierto momento se dio cuenta que los niños estaban confundidos. Ella dijo, “Oh ¿no entienden? Se los diré con otras palabras.” El resto del discurso fue en el dialecto local, a excepción del mandato final de “hacerlo conocer.”
Uno pudiera pensar que María debía haber anticipado este problema. Pero, así como la señal de las muchas lenguas en Pentecostés mostraron que el mensaje del Evangelio era universal, la Bella Señora, por medio de la señal de haber usado sólo dos lenguas, demostró que su mensaje del mismo modo no estaba restringido a un solo lugar.
Como el P. Marcel Schlewer, M.S. subrayó, Nuestra Señora de La Salette habló la lengua de su pueblo en más de un sentido. En el dialecto local, de hecho, ella habló de las cosas importantes en sus vidas – las cosechas malogradas, el hambre y los niños que mueren – mostrando que estas cosas también eran importantes para ella. Esta era su “lengua materna” es decir, su manera de hablar como madre. Ella también les habló a sus corazones a través del lenguaje de las lágrimas.
No es sorprendente que los diferentes aspectos de la Aparición de Nuestra Señora de La Salette nos hablen a cada uno de nosotros de maneras diferentes. Después de todo, cada uno de nosotros es único, así podemos afirmar que el Espíritu Santo, como en Pentecostés, hace su obra para asegurarse de que cada uno de nosotros escuche a María “en nuestra propia lengua.”
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.