Justicia Reconfortante
(2do Domingo de Adviento: Isaías 40:1-11; 2 Pedro 3:8-14; Marcos 1:1-8)
Hace unos cuatro meses, tuvimos el mismo Salmo Responsorial (85) de hoy, y comentamos las mismas palabras “La Justicia y la Paz se abrazarán”, como opuestos. En el contexto de las lecturas de hoy, sin embargo, la perspectiva es diferente.
En las lenguas modernas, la justicia es un término legal. En las noticias, escuchamos de personas o grupos “exigiendo” justicia. Pero en la Biblia, tiene un sentido primordialmente teológico. “Como la paz, es un don de Dios para su pueblo fiel.
Isaías se expresa con unas maravillosas y reconfortantes palabras, prediciendo el fin del exilio, que se dio como un castigo de Dios por las iniquidades de su pueblo. San Pedro nos recuerda las promesas de Dios acerca de “un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia”. Algunas traducciones ponen “rectitud”. Sea como fuere, se trata del estado de aquellos que son lo que se supone deben ser.
En este sentido, Juan el Bautista fue justo, porque fue fiel a su vocación. María, también, fue justa cuando, en la anunciación, reconoció y acepto su papel como la servidora del Señor. Ambos, en su humilde servicio, eran como deberían ser.
Cuando consideramos el Mensaje de María en La Salette, tendemos a asociar la justicia con “el brazo de mi Hijo”, pero cuando admitimos nuestra inclinación por el pecado y nos sometemos humildemente tal cual ella nos pide, nos disponemos a escuchar sus palabras tiernas y reconfortantes.
Con frecuencia prestamos mucha atención al crucifijo que María lleva sobre su pecho. Hoy no es una excepción. Vean como refleja las palabras de Isaías como si estas estuvieran dirigidas a la Bella Señora: “¡Súbete a una montaña elevada, levanta con fuerza tu voz, levántala sin temor, di: ¡Aquí está tu Dios!
De tal modo escribe San Pedro, “El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, sino que tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan”.
Palabras reconfortantes ciertamente. Lo que añade un poco más tarde es más desafiante: “¡qué santa y piadosa debe ser la conducta de ustedes!”
Cuan rebosante acto de vida pudiera ser si, indignos como somos, fuéramos siempre capaces de reconfortar, hablar con ternura, y proclamar el perdón de los pecados, con amor, verdad, justicia y paz. Esta es una forma más de hacer conocer el mensaje de la Salette.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.