Ver la luz, Ser luz
(Cuarto domingo de Cuaresma: 1 Samuel 16:1-13; Efesios 5:8-14; Juan 9:1-14)
Si nunca fuiste cuestionado por personas que no quieren creerte, ya tienes una buena idea acerca de las cosas por las que tuvo que pasar el hombre ciego de nacimiento. Y así puedes saber también lo que experimentaron los dos niños que vieron a Nuestra Señora de La Salette.
Ellos fueron primeramente sometidos a interrogación, por el alcalde, quien no quería que su poblado se vea asociado con nada como una aparición, y de ningún modo él mismo estaba dispuesto a creerla. Llegó hasta a intentar sobornar a Melania, cuya familia era desesperadamente pobre, para que niegue lo que había visto y oído.
Después de todo, ¿quién podría esperar razonablemente que alguien creyese que la Santísima Virgen pudiera haber venido a este lugar remoto y a personas como esas? Pero como leemos en la primera lectura, “Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón”.
Y naturalmente, hasta los clérigos eran escépticos. Lo último que querían era tener un fraude perpetrado en el nombre de Nuestra Señora. Ellos, también, interrogaron a los niños, intentando hacerles tropezar; pero, al contrario de lo que pasó con el alcalde, ellos resultaron convencidos por lo menos de dos cosas: los niños no mentían, y no eran ni remotamente capaces de inventar una historia tal como esa y además con un mensaje tal.
Conforme más luz se ponía sobre el acontecimiento, más la verdad del acontecimiento se hacía evidente. San Pablo escribe que “la luz produce toda clase de bondad, justicia y verdad” Y aun va más allá hasta a afirmar que los cristianos son luz.
El ciego de nacimiento recibió la luz por etapas: físicamente primero y luego espiritualmente. La hostilidad que encontró le ayudo a profundizarse más en el entendimiento de lo que le había ocurrido, preparándole para su profesión de fe al final del relato.
Ya estamos pasando la mitad de la Cuaresma. Se nos da la oportunidad de ser gradualmente iluminados, ya sea en un periodo de seis semanas o de año en año. La disciplina de la Cuaresma no se supone que sea fácil. Por medio de esa disciplina somos desafiados o nos desafiamos a nosotros mismos para dirigirnos aún más hacia la luz que es Cristo.
Ya es tiempo de transformarnos en luz.
(Traducido por Hno. Moisés Rueda MS Bolivia)