Buenos Ladrones
(Cristo Rey: 2 Samuel 5:1-3; Colosenses 1:12-20; Lucas 23:35-43)
La crucifixión fue diseñada para infligir el castigo capital con un máximo de dolor y de humillación. Jesús, falsamente condenado como un criminal, fue brutalmente azotado, y luego exhibido desnudo e impotente para que todos pudieran verlo al pasar. Los insultos de sus enemigos completaban la escena.
Dos verdaderos criminales, crucificados con él, estaban en la misma situación. Uno de ellos se unió a las burlas. Pero la compasión del otro por Jesús lo llevó a la fe, ante lo cual el Señor respondió. “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”
En 1957 un criminal condenado llamado Jacques Fesch, de 27 años, escribió: “Dentro de cinco horas veré a Jesús. ¡Qué bueno es el Señor!”. Él sabía la hora exacta, porque había sido sentenciado a morir en la guillotina por un asesinato cometido durante un robo en 1954.
La devoción a la Santísima Virgen fue una parte esencial de su regreso a la fe que había abandonado en su adolescencia. Fue su abogado, un cristiano comprometido, quien le ayudó a encontrar el camino de vuelta a Dios, tanto que, al momento de su muerte se había convertido en un “buen ladrón”. En 1993 fue oficialmente reconocido como Siervo de Dios. (Este es el primer paso en el proceso de canonización.)
Hay probablemente muchos otros criminales cuyas historias de conversión podrían inspirarnos a creer en el poder salvador de la gracia.
La más clara conexión entre las lecturas de hoy y La Salette está casi al final del texto de Colosenses, en que Pablo escribe sobre la reconciliación y la paz. Cuando María dijo a los niños, “Vengo a contarles una gran noticia” era esto lo que ella seguramente tenía en mente.
El crucifijo inusualmente grande que ella portaba, de seis o siete pulgadas de tamaño, no era un adorno, sino un recordatorio de su Hijo, quien murió y volvió a vivir para salvarnos.
Antes en Colosenses leemos: “Dios nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el Reino de su Hijo muy querido, en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados”. ¿Qué mejor ejemplo de liberación, redención y perdón podemos encontrar que en las historias de los dos “buenos ladrones” que murieron fijando su mirada y sus esperanzas en Jesús?
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.