Angustia, con Confianza
(27mo Domingo Ordinario: Isaías 5:1-7; Filipenses 4:6-9; Mateo 21:33-43)
San Pablo escribe, “No se angustien por nada”. Seguramente no es algo realista. De hecho, el mismo Apóstol escribió a los Corintios, “me presenté ante ustedes débil, temeroso y vacilante” (1 Cor 2:3).
El mundo que habitamos siempre le dio a cada generación un amplio motivo de preocupación. Los desastres naturales, las enfermedades, las tensiones sociales, la inseguridad económica nos rodean por todas partes. También nos toca lidiar con pérdidas personales, conflictos, inseguridad personal, etc. ¿Cómo así va a ser posible vivir libres de angustia?
Para algunos es aún más difícil encontrar tiempo para rezar, o sentirse a gusto en la oración tanto como para vivir en la paz de Cristo.
Extrañamente, la canción de Isaías acerca de la viña de su amigo estaba, de hecho, dirigida a aumentar más la tensión de su pueblo. Las cosas que el Señor le hará a su viña se enumeran con el propósito de llamar la atención de su pueblo. El preferiría no castigarlo, pero ¿de qué otro modo podría persuadirlo para que cambie su proceder?
En La Salette, María usó la misma estrategia que Isaías, y para el mismo propósito. Si su pueblo no quería someterse, las causas de la angustia no harían más que seguir empeorando y sólo sería por culpa del propio pueblo, porque, a su manera, como los jefes de los sacerdotes y los ancianos en el Evangelio, aquel pueblo había rechazado a su Hijo.
Es ciertamente apropiado para nosotros aplicar el mensaje de Isaías, y de María, a nosotros mismos. La viña plantada por Dios con mucha dedicación en cada uno de nosotros en nuestro bautismo, necesita ser regada y podada, para que produzca uvas dulces apropiadas hacer un vino fino. La Bella Señora nos proporciona un examen de conciencia, en vistas de nuestra conversión permanente.
San Pablo sigue diciendo, “En cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias”. Cuando la gratitud se convierte en el centro de nuestra oración, la confianza se fortalece. Llega a formar parte de una oración bien hecha.
En este contexto, yo recomiendo bastante el Libro de Tobías, como un ejemplo maravilloso. Dos personas infelices, en ambientes separados, claman por la muerte, en cada caso la oración comienza con ¡una alabanza a Dios! ¿Son la angustia y la confianza incompatibles? No, pero el amor y las lágrimas de María nos inspirarán confianza y nos librarán de la angustia.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.