Como un árbol
(6to Domingo Ordinario: Jeremías 17:5-8; 1 Corintios 15:12-20; Lucas 6:17, 20-26)
Dos veces encontramos hoy la imagen del árbol frutal plantado cerca de la fuente de agua. Jeremías usa esta imagen para describir a aquellos que confían en el Señor; el Salmo la aplica a aquellos que se deleitan meditando en la ley del Señor. Ambas pintan una imagen dolorosa de aquellos que ponen su confianza y deleite en otras cosas.
A primera vista, Jesús parece utilizar el mismo lenguaje, pero es claro que el “¡Ay de ustedes!” es muy distinto a una maldición. Es una advertencia. Encontramos una preocupación similar algunas veces en el contexto de La Salette. Lo que algunas personas leen como amenazas de María, se entienden mejor como advertencias.
La figura del árbol puede ser aplicada a todas las lecturas del hoy, y también a La Salette. El punto de las bienaventuranzas y los ¡ay de ustedes! de Jesús, y las promesa y advertencias de María, es el de invitarnos a poner nuestra confianza en Dios y no en nosotros mismo.
Incluso la segunda lectura, en la cual San Pablo insiste en la verdad de la resurrección del cuerpo, se conecta con el mismo tema. Como griegos, los corintios se sentían orgullosos de su filosofía, la cual no tenía el concepto de la vida corporal después de la muerte. Pablo expresa una especie de “ay de ustedes”, “Si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados”.
Volviendo a la idea del árbol plantado cerca del agua, hay que recordar que el agua es un símbolo significativo en La Salette. María vino a ayudar a que su pueblo tenga profundas raíces y hojas verdes que no se desvanecen y dé frutos abundantes.
Además del arroyo real y físico, la Bella Señora nos hace recordar de otro arroyo que es siempre una fuente de vida. “¿Hacen ustedes bien la oración, hijos míos?... Deben hacerla bien, por la noche y la mañana”. Si ella hubiera pensado en el Salmo 1, podría haber preguntado, “¿Se complacen en la ley del Señor?... deben meditar en su ley de día y de noche”.
Como ustedes saben, las plantas no solamente necesitan agua, sino también luz. La oración puede compararse con la fotosíntesis, al permitirnos recibir la luz de Cristo, la que, con el agua, obrará para que podamos fortalecernos en nuestra fe y vivir en permanente esperanza.
Las tormentas son inevitables, y los días oscuros y difíciles también, pero tendremos abundante bendición si permanecemos unidos al Señor Resucitado y a su Santísima Madre.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.