La Familia Saletense
(Fiesta de la Sagrada Familia: 1 Samuel 1:20-28; 1 Juan 3:1-2, 21-24; Lucas 2:41-52)
Ana había hecho un trato con el Señor. Si él le daba un hijo, ella se lo daría de vuelta al Señor. Y así lo hizo. El serviría en la casa del Señor. Al convertirse en miembro de la casa de Eli, el entró a formar parte de lo que podríamos llamar, la Familia del Templo.
En las escrituras, casa, familia y palabras similares se usan y se traducen de manera indistinta. Hoy me gustaría reflexionar sobre la Familia Saletense. A diferencia de las familias humanas naturales, no hemos crecido juntos. Por el contrario, vivimos en diferentes mundos: países, idiomas, culturas. Hay muchas cosas que nos separan.
Sin embargo, aquello que nos une, lo primero y lo más importante, es nuestro amor por la Bella Señora. Nos tomamos muy en serio sus palabras, tratamos de hacerlas vida en nosotros, ponemos de nuestra parte para que esas palabras sean conocidas.
Y también existe una ‘cultura saletense’ que se filtra a través de nuestras culturas locales. Para muchos, esto se resume en la Reconciliación; para otros, en la Madre que llora, o en la invitación de ‘acercarnos’, o en el desafío de recompensarle por el trabajo que ha emprendido en favor de nosotros.
En todas partes los acontecimientos políticos y de otro tipo, levantan inquietudes que tocan al corazón saletense. Por ejemplo, quién de nosotros puede ignorar el hambre y la muerte de los niños, de los cuales María habló y que todavía son una realidad en muchas partes del mundo. Cosas como estas evocan una respuesta saletense en nosotros, primero lágrimas, tal vez, pero también un deseo de acercarnos a los que sufren.
Aquí podemos leerlo de nuevo en las palabras de San Juan: “Su mandamiento es este: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros como él nos ordenó”. María en La Salette nos conduce hacia una fe renovada, la cual, a su vez, especialmente por medio de los sacramentos, nutre nuestro amor por el prójimo.
Al final del Evangelio, se nos dice que María “conservaba estas cosas en su corazón”. Su venida a La Salette era precisamente, un asunto del corazón. Sin amor, su presencia y su mensaje carecen de sentido.
El niño Jesús dijo, “Debo ocuparme de los asuntos de mi Padre”. Los miembros de la Familia Saletense que van a la Santa Montaña por primera vez, con frecuencia experimentan la sensación de sentirse en casa. ¿Por qué no? Después de todo, están en la casa de su Madre.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.