A donde la Fe nos Conduzca
(La Sagrada Familia: Génesis 15:1-6 & 21:1-3; Hebreos 11:8-19; Lucas 2:22-40)
La fe se menciona veinticuatro veces en el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos, casi siempre en la frase “por la fe”. Las lecturas de hoy resaltan la fe de Abrahám y de Sara, y la promesa de Dios de una familia y de una descendencia tan numerosa como las estrellas.
En la primera lectura se nos dice: “Abrám creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación”. Fue Dios el que le atribuyó cierto poder a la fe de Abrám, y esto sirvió de base para el pacto a realizarse.
Este poder actúa en dos direcciones. Dios acepta nuestra fe y responde a nuestras oraciones, tal como vemos en los espléndidos ejemplos de Simeón y Ana en el Evangelio de hoy. Al mismo tiempo, sin embargo, vemos la transformación que la fe ejerció en sus vidas; Ana “no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones”. Mientras que Simeón vivió para ver el día en que la promesa del Señor se cumpliría.
La fe compartida obra del mismo modo en los grupos, en las familias, en las comunidades, y en la Iglesia. Cuando la fe de algunos se pierde, la adversidad resultante afecta al grupo. Un cierta Bella Señora observó esto desde su lugar en el cielo, y decidió intervenir. Sus palabras se parecen mucho a las que Dios pronunció ante Abrám en Génesis: ”No temas. Yo soy para ti un escudo. Tu recompensa será muy grande”.
La fe redescubierta tiene al menos el mismo impacto que la fe que nunca se perdió. El papá de Maximino es un buen ejemplo. Una vez que llegó a creer en la Aparición, recuperó su fe cristiana y regresó a los sacramentos que hacía ya mucho tiempo había abandonado, y con más fervor que nunca.
No debería sorprendernos el saber que muchos laicos saletenses han experimentado precisamente una conversión así. Pero ¿por qué limitarla a los laicos? Con certeza podemos incluir a las Hermanas y a los Misioneros.
La fe nos plantea exigencias, y a veces podemos sentir la pesadumbre, especialmente cuando consideramos nuestras propias debilidades y dudas. Pero, como Abrahám y Sara, Simeón, Ana, sin mencionar a María y José, podemos ir a donde la fe nos conduzca.
Recemos para que las experiencias de vida suyas y nuestras puedan intercalarse con las palabras, “por la fe”.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.