¿De qué se trata Todo esto?
(2do Domingo de Cuaresma: Génesis 22:1-18; Romanos 8:31-34; Marcos 9:2-10)
El responsorial de hoy está tomado del Salmo 116. Es una oración de acción de gracias después de una crisis. Como la mayoría de los salmos, este se relaciona con nuestra propia experiencia. ¿Quién de nosotros nunca dijo?: ¡Qué grande es mi desgracia!
No fueron solamente los pecados de su pueblo la causa de la venida de Nuestra Señora a La Salette. Ella también era muy consciente de sus aflicciones: cosechas arruinadas, hambre, la muerte de los niños. Ella les aseguró su constante oración por ellos.
En tiempos de prueba, debemos consolarnos con las palabras de San Pablo que están en la segunda lectura: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”. También nos recuerda que Jesucristo murió y resucitó e intercede por nosotros.
La primera lectura, por otro lado, es perturbadora. “Dios puso a prueba a Abraham” ¡mandándole ofrecer a su amado hijo en sacrificio! Naturalmente nos preguntamos por qué Dios pediría tal cosa. Pero al final del relato él dice por medio del ángel, “Ahora sé que temes a Dios”, y entonces la promesa de la bendición se renueva enfáticamente.
¿Qué tienen que ver estas cosas con el relato de la Transfiguración en el Evangelio? El Prefacio especial para el Segundo Domingo de Cuaresma hace la conexión. “Después de anunciar su muerte a los discípulos les reveló el esplendor de su gloria en la montaña santa, para que constara... que, por la pasión, debía llegar a la gloria de la resurrección”.
De hecho, en Mateo, Marcos y Lucas, justo antes de la Transfiguración, Jesús, el Hijo amado de Dios, anuncia su pasión y luego añade: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga“.
Como en la Pasión de Cristo, todo sufrimiento puede conducir a la gloria. Abraham alcanzó su supremo momento de gloria en la disponibilidad de sacrificar a su hijo si esa era la voluntad de Dios. Él se convirtió en modelo para todos nosotros. Pero conocemos nuestras debilidades y preferimos no ser puestos a prueba.
María vino rodeada de luz para recordarnos que, aunque todos sintamos algunas veces que estamos experimentando nuestra propia pasión, podemos permanecer siempre fieles, y así seremos los testigos de la gloria de la resurrección y levantar la cosecha de las promesas de Dios, y de las promesas que la Bella Señora en persona hizo en La Salette.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.