Gracia Suficiente
(14to Domingo Ordinario: Ezequiel 2:2-5; 2 Corintios 12:7-10; Marcos 6:1-6)
La mayoría de nosotros estamos dispuestos a hacer sacrificios por una causa, o por los demás, quizá hasta por nuestra fe. Pero, ¿podemos honestamente decir con San Pablo: “me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo”? ¡Lo cual no es poca cosa!
Con todo, eso es lo que Pablo afirma en la segunda lectura de hoy. Sin embargo, hay que notar que originalmente él no estaba del nada contento al sentirse atormentado por lo que él llama “una espina clavada en mi carne”, y cuando su oración insistente por liberación no fue atendida. Finalmente, el Señor respondió, “Te basta mi gracia”. Aquello fue una revelación para Pablo, y por él, para nosotros.
En la primera lectura se le promete a Ezequiel gracia suficiente. El la describe en la primera lectura como un espíritu entrando en él y haciendo que se ponga de pie, preparándolo para enfrentar al pueblo rebelde de Dios. “Sea que escuchen o se nieguen a hacerlo, sabrán que hay un profeta en medio de ellos”.
¿Has estado alguna vez en esa situación? Hacer que otros se sientan responsables es una tarea ingrata, y aquellos que se sienten llamados a hacerlo pueden ser tachados como la “espina clavada en la carne” y tratados con hostilidad.
Para nosotros que amamos tanto a Nuestra Señora de La Salette, es imposible pensar que alguien pudiera ser hostil a la Aparición. Pero debemos ser conscientes de que algunas cosas en el mensaje y en la historia de La Salette son perturbadoras, tanto para la gente común como para los teólogos.
Maximino y Melania tuvieron que lidiar con aquella oposición; pero recibieron la gracia suficiente para cumplir con su misión en su tiempo y lugar. Aunque recibieron educación, fundamentalmente permanecieron las personas sencillas que siempre habían sido. Como Jesús en el Evangelio, se les criticó por ser quienes eran.
Pero podemos jactarnos de sus debilidades. Veamos lo que se logró por medio de ellos. No puede haber duda de que la Bella Señora los acompañó. ¿Podemos nosotros dudar de que ella nos acompañe?
La conversión es una parte difícil pero esencial del mensaje que cada uno de nosotros se esfuerza en hacer conocer. Que, por aquella gracia suficiente de Dios, el pueblo llegue a saber, en nuestro tiempo y lugar, que un profeta estuvo en medio de nosotros.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.