Lo Uno o lo Otro
(6to Domingo Ordinario: Jeremías 17:5-8; 1 Corintios 15:12-20; Lucas 6:17-26)
Todas las lecturas, incluido el Salmo, contienen una clase de ultimátum. Pon tu confianza en Dios y te irá bien; si no lo haces, perecerás. A menos que ames la ley de Dios, serás arrastrado como la paja. La única manera de estar seguros de nuestra salvación es creer en la resurrección de Jesús. Pobre de ti si eres rico, satisfecho, ríes y hablan bien de ti.
En el mensaje de La Salette, o nos negamos a someternos o nos dejamos convertir.
Sin embargo, el pasaje del Evangelio resalta sobre el resto, y lo hace porque lo otros no contienen el elemento de elección que implican. La opción urgente no es entre ser rico o ser pobre.
Las Bienaventuranzas en Mateo se recuerdan mejor y, podríamos decir que se prefieren mejor a las que leemos hoy, la versión de Lucas es decisiva, hasta preocupante. ¿Es realmente mejor ser pobre que rico?
No se trata de un asunto moral, como si los pobres fueran los buenos y los ricos los malos. Hay pasajes tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento que parecen poner por igual tanto a la riqueza y al mal, pero lo que hacen es resaltar el peligro de las riquezas: avaricia, egoísmo, injusticia. Sin embargo, en este punto en el Evangelio de Lucas, no es el caso. Aquí esto tiene que ver con la correcta percepción de lo que es la bienaventuranza.
La Bella Señora comprendía el temor de su pueblo, que se enfrentaba a la amenaza de no tener pan para comer. Así como Jeremías ella nos urge a poner nuestra confianza no en nosotros mismo sino en Dios, respetando el Día del Señor.
La primera reacción ante un ultimátum es la de rechazarlo. Los profetas seguramente hubieran preferido otras maneras de persuadir a sus oyentes. Dios sabe que lo intentaron; y, aun así, el pueblo de Dios parecía estar determinado a seguir la senda de la destrucción.
Los niños no están creciendo como deberían, y los adultos están en una situación anormal de deterioro que requiere un cuidado especial. Podemos aplicar este concepto también a la vida espiritual.
O prosperamos o no. El objetivo del profeta, del salmista, de San Pablo, de Jesús o de Nuestra Señora de La Salette es el proveer cuanto nos sea necesario para nuestro bienestar espiritual. En otras palabras, parafraseando el texto de Juan 10:10, todo ellos quieren que nosotros “tengamos vida y la tengamos en abundancia”.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.