¿Por qué no lo entienden?
(4to Domingo de Pascua: Hechos 13: 14, 43-52; Apocalipsis 7:9-17; Juan 10:27-30)
¿Has pasado alguna vez por la experiencia de saber que algo era verdad, pero no fuiste capaz de convencer a otros? Para ti es perfectamente claro, pero para todos los demás es como si estuvieras hablando en un leguaje extraño, y te preguntas a ti mismo, “¿Por qué no lo entienden?”
Esta fue la experiencia de Pablo y Bernabé. Fueron a la sinagoga, deseosos de compartir con sus hermanos judíos la fantástica noticia de que las Escrituras se habían cumplido y que el Mesías había venido en la persona de Jesús de Nazaret. Hubo un interés inicial – se nos dice que casi todos en la ciudad se reunieron para escucharlos. La predicación de Pablo era clara, lógica, verificable. ¿Por qué no entendieron?
En La Salette, María se topó con una situación parecida cuando dijo: “¡Ustedes no hacen caso!” A su pueblo no le importaba la preocupación que ella sentía por ellos, no tomaban en cuenta las diferentes maneras con las que ella había intentado hacer que sean conscientes de las consecuencias de abandonar la fe.
Así que hizo lo que tenía que hacer para llamar la atención de su pueblo. Ella vino, habló, lloró, a veces con dureza – lo que haga falta con tal de que su pueblo pueda ver lo que ella vio.
A menudo la Iglesia ha estado en la misma situación. Nosotros los cristianos tenemos grandes Buenas Nuevas para compartir, pero hay obstáculos que la fe enfrenta. La sociedad secular tiene poco respeto por los creyentes. Los escándalos en la Iglesia hacen difícil poder escuchar la voz del Pastor en medio del clamor. Las rivalidades entre los cristianos los distraen y apartan del Cristo al que todos luchan por servir. En el caso de Antioquía de Pisidia, los celos de los líderes de la sinagoga provocaron el rechazo a la predicación de Pablo; luego vino la oposición y, finalmente, la persecución.
En el tiempo de la Aparición, entre los obstáculos principales para la práctica de la fe en Francia estaba el anticlericalismo heredado de la Revolución Francesa. Además, la vida era difícil para muchísima gente. Pero Nuestra Señora de La Salette no se quedó tranquila a mirar cómo su pueblo se dirigía hacia su propia destrucción.
Sus lágrimas, sus palabras y hasta la elección de sus testigos, fueron para asegurarse de que nosotros “lo entendiéramos”, y haciéndolo, pudiéramos contarnos entre la multitud que el Cordero de Dios pastorea y conduce hacia las fuentes del agua viva.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.