Humilde Coraje
(11° Domingo Ordinario: Ezequiel 17:22-24; 2 Corintios 5:6-10; Mark 4:26-34)
En la primera lectura, Dios declara, “Yo, el Señor, humillo al árbol elevado y exalto al árbol humillado”. ¿Puedes oír el eco de estas palabras en un pasaje mucho más conocido?
Estamos pensando en el Magnificat de María: “Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes”.
El concepto clave en ambos textos es la humildad, que es igualmente fundamental en el mensaje de Nuestra Señora de La Salette. La Bella Señora vio que su pueblo cayó en el abatimiento. Pero en lugar de humillarse, se rebeló. Estaba lejos de mostrar la actitud expresada en el Salmo de hoy: “Es bueno dar gracias al Señor, y cantar, Dios Altísimo, a tu Nombre; proclamar tu amor de madrugada, y tu fidelidad en las vigilias de la noche”.
Recordemos cómo comienza el Magnificat. “Mi alma canta la grandeza del Señor”. No es tan fácil como parece. Entre los que pensamos lo mismo, sí, podemos proclamar la grandeza y la bondad de Dios. Pero es otra cosa en el día a día de nuestro mundo. Requiere coraje.
Dos veces en nuestra segunda lectura San Pablo dice que “nos sentimos plenamente seguros”, porque “nosotros caminamos en la fe y todavía no vemos claramente”. En otras palabras, nosotros ponemos nuestras vidas en las manos de Dios, y confiamos en que él lleve a cabo su obra en nosotros y por medio de nosotros, tan misteriosamente como él hace germinar las semillas y crecer las plantas. Jesús usa esta imagen en el Evangelio de hoy para describir el Reino de Dios, al cual cada uno de nosotros pertenece.
Sin embargo, darnos cuenta de nuestro rol único y distintivo no es fácil, porque no siempre estamos atentos a los sutiles movimientos del Espíritu en nosotros. Aquí hay algunas preguntas que pueden ayudar a hacer el discernimiento. ¿Quién es tu santo favorito? ¿Cuáles son tu oración, cántico, pasaje de la escritura favoritos?
Más específicamente para nosotros, ¿Cuál es tu parte favorita del relato de La Salette? ¿Qué parte del mensaje te conmueve más profundamente?
Las repuestas a estas preguntas pueden ayudarnos a discernir la manera en que el Señor desea que le sirvamos. Aceptar esa invitación probablemente requerirá de coraje; y ciertamente hará falta humildad.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.