Simples Espectadores, Ya No.
(Pascua: Hechos 10:34-43; Colosenses 3:1-4 o 1 Corintios 5:6-8; Juan 20:1-9)
La Semana Santa puede ser vivida como una travesía o, mejor aún, como un peregrinaje, hacia la tumba vacía. La Conmemoración de la Cena del Señor el Jueves Santo, y de su Pasión el Viernes Santo, y especialmente la Vigilia Pascual tienen el propósito de renovar, fortalecer e intensificar nuestra fe.
Hoy, entonces, estamos listos para proclamar en alta voz con el salmista: “Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él”, y “No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor”.
Aquí, como en la primera lectura, encontramos la noción de testimonio. En nuestro contexto saletense, nosotros siempre hablamos de Maximino y Melania como testigos de la Aparición, y ciertamente lo son. Pero, ¿nunca se te pasó por la cabeza pensar que la mismísima Bella Señora vino como testigo?
“Vengo a contarles una gran noticia”, dijo ella, pero su gran noticia no era meramente un asunto de información. Sabiendo lo que ella sabía, y viendo lo que ella vio entre su pueblo, se sintió no solamente obligada a suplicar sin cesar por su pueblo, sino también a hablar. Ella dio testimonio de su Hijo crucificado, portando su imagen sobre su pecho. Pero la deslumbrante luz de su crucifijo reflejaba también la gloria de la resurrección.
La Iglesia nos da una opción para la segunda lectura de hoy. 1era de Corintios destaca una palabra que oiremos constantemente a lo largo de las siguientes semanas: “pascual”. Podemos pensar que significa: algo que tiene que ver con la Pascua cristiana. Pero su significado original es: Algo que tiene que ver con la Pascua judía.
No es una coincidencia que la pasión y muerte de Cristo hayan sucedido alrededor de la Pascua Judía. Él se convirtió en nuestro Cordero Pascual, que su sangre sea rociada en los dinteles de nuestros corazones y almas, para que la muerte pueda pasar de largo sin hacernos daño, y podamos nosotros recibir el don de la vida eterna en Cristo.
Si la Cuaresma nos trajo la conversión interior, ¿qué más podría lograr en nosotros la Pascua? ¿Qué moción nos provoca el Espíritu Santo cuando entramos en la tumba vacía? ¿Qué debemos decir y hacer al regresar de aquel lugar a nuestro vivir cotidiano? (Imagina a aquellos gentiles, en la primera lectura, después de haber escuchado la prédica de Pedro).
Como cristianos, quizá hemos sido simples espectadores u observadores. ¿No será ya el momento para nosotros de ser más, hallar el modo de compartir nuestra alegría Pascual?
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.