Un Esfuerzo Mancomunado
(26to Domingo del Tiempo Ordinario: Números 11: 25-29; Santiago 5: 1-6; Marcos 9: 38-48)
Los celos se manifiestan de dos maneras. Ya sea al sentirse mal por no tener lo que el otro tiene, o siendo excesivamente protectores con lo que sí se tiene.
Josué y su celo por Moisés, le llevó a querer impedir que Eldad y Medad profetizaran. Juan quería pertenecer a un selecto grupo, del cual él era un miembro, el poder de expulsar demonios. Ni Moisés ni Jesús asumieron una actitud parecida tan restrictiva. Uno dice, “¡Ojalá todos fueran profetas en el pueblo del Señor, porque él les infunde su espíritu!” El otro dice: “El que no está en contra de nosotros está con nosotros”
Es difícil imaginar a dos escritores del Nuevo Testamento tan diferentes como Pablo y Santiago. Con lo enérgico que Pablo podía llegar a ser a veces al castigar a los cristianos errantes, no encontraremos en sus cartas algo tan feroz como el texto de Santiago que leemos hoy.
¿Está el uno “más con Cristo”, o más inspirado que el otro? De ningún modo. Dios no tiene que rendir cuentas de lo que él decida a la hora de distribuir sus dones.
Vemos lo mismo en La Salette. María elige a Melania y Maximino. No sabemos el por qué. Ella eligió un lugar que era, y aun lo es, de difícil acceso. Ella dijo cosas que nadie esperaba oír decir a la Madre de Dios. Le tocaba a ella decidir aquello.
Pero esto no se detiene aquí. Los Misioneros que fueron fundados para llevar el mensaje y atender a los peregrinos tuvieron que luchar para encontrar su lugar en la Iglesia. Ellos no eran, y todavía no lo son, elegidos por sus perfecciones. Lo mismo puede decirse con seguridad acerca de las Hermanas de La Salette, y de los Laicos Saletenses.
La predicación del Evangelio es un esfuerzo mancomunado. En 1 de Corintios, Pablo usa la analogía del cuerpo para hablar de la Iglesia, donde cada miembro necesita de los otros.
Hay un himno polaco para los niños que dice: “Los altos, los bajos, los gordos, los flacos – todos pueden ser santos – así como yo y así como tú”. Podemos ampliar la lista para incluir a todos los tipos de personalidad, cultura, nivel de educación, y así para adelante. Juntos construimos la Iglesia completa, y haciéndolo así, por medio de la variedad de nuestros miembros, podemos, en Cristo, sin celos, ser todo para todos.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.