P. René Butler MS - 3er Domingo de Pascua - ¿Culpable de los Cargos?

¿Culpable de los Cargos?

(3er Domingo de Pascua: Hechos 5:27-41; Apocalipsis 5:11-14; Juan 21:1-19)

Una pregunta que con frecuencia se plantea en los sermones cristianos, “¿Si fueras acusado de ser cristiano, encontrarían tus acusadores evidencia suficiente para condenarte?” Los Apóstoles, en la lectura de Hechos de hoy, no arguyeron defensa alguna en contra de los cargos presentados en contra de ellos. Admitieron su culpa, y salieron del recinto “dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús”.

Cuando vemos la manera en que María en La Salette describió el comportamiento de su pueblo, podríamos llegar a la conclusión de que ellos fácilmente podrían haberse declarado “no culpables” de la acusación de ser cristianos.

Antes, en Hechos 4:18, a los Apóstoles se les había prohibido hablar en el nombre de Jesús. En aquel tiempo, Pedro había respondido: “Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído”. Ahora en el Capítulo 5, aunque hayan sido encontrados culpables de hablar “en ese Nombre”, son puestos en libertad, pero con una advertencia que incluye azotamiento. El versículo que viene inmediatamente después de nuestra lectura añade: “Y todos los días, tanto en el Templo como en las casas, no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Noticia de Cristo Jesús”.

En la Salette, por otro lado, la Bella Señora declara que su pueblo, en momentos de enojo, “no sabe jurar sin mezclar el nombre de mi Hijo”.

En el Apocalipsis leemos hoy, “También oí que todas las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra, debajo de ella y en el mar, y todo lo que hay en ellos, decían: Al que está sentado sobre el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder, por los siglos de los siglos”.

El universo entero alaba al Padre y al Hijo, excepto “mi pueblo”. Se lamenta María en nombre de Dios. “Les he dado seis días para trabajar y me he reservado el séptimo, pero no quieren dármelo”.

Seamos claros. El mensaje de La Salette no se limita a las prácticas religiosas; su origen radica en una relación de respeto y de amor. Esto es lo que dio a los Apóstoles el coraje para enfrentar la persecución. 

En la versión larga del Evangelio de hoy, Jesús pregunta a Pedro, “¿Me amas?” Si como Pedro podemos responder honestamente, “Sabes que te quiero”, y vivir consecuentemente, entonces sí, somos culpables de ser cristianos.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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