Sal de tu Zona de Confort
(26to Domingo Ordinario: Amos 6:1-7; 1 Timoteo 6:11-16; Lucas 16:19-31)
La expresión “zona de confort” ha sido de uso común por muchos años. Nos instalamos dentro de un sistema de ideas o en una manera de vivir que se dan por hechos, y no nos sentimos felices cuando se ponen en cuestión.
El hombre rico de la parábola de hoy, y las personas ricas descritas en la lectura de Amos se sienten tan cómodos con sus riquezas y sus lujos que se desentienden de la miseria que hay fuera de sus puertas, incluso suponiendo que eran conscientes de ello. Se sienten seguros, complacidos.
Pero esto de ninguna manera quiere decir que son solamente los ricos los que pueden volverse complacientes. Cualquiera puede presumir de algún aspecto de la vida que lleva, listo para ignorar lo que pasa en el mundo.
San Pablo le dice a Timoteo que “pelee el buen combate de la fe” y añade: “observa lo que está prescrito, manteniéndote sin mancha e irreprensible”. Amós y Jesús, los dos usan imágenes con el propósito de sacudir a sus oyentes y sacarlos de su complacencia.
María en La Salette se coloca dentro de la misma tradición. Su pueblo se había acomodado en una zona de confort dentro de la cual una fe más o menos genérica no lo desafiaba, un racionalismo que daba por hecho que la religión era cosa de personas no iluminadas.
Esta actitud se refleja en la primera reacción de la prensa secular con respecto a las noticias de la Aparición, esto fue publicado en Lyon el 26 de noviembre de 1846, no habían pasado aun diez semanas desde el acontecimiento: “¡Aquí estamos, otra vez con más de lo mismo! ¡Más cuentos sobre apariciones y profecías!”. El artículo continúa presentando un relato completamente trivializado de la Aparición y del Mensaje.
Hasta los creyentes pueden volverse complacientes, observando fielmente las mismas prácticas que la Bella Señora había mencionado específicamente, pero sin captar que tienen la intención de guiarnos hacia una conciencia más profunda, ver el mundo que nos rodea como ella lo ve y responder como ella lo hace.
Nuestra Señora de La Salette habla de los requisitos mínimos diarios, semanales y anuales para una vida Católica, sin los cuales nuestra fe no puede crecer: la oración, la eucaristía, la Cuaresma.
¡Sin embargo, ella ni remotamente nos sugiere conformarnos con lo mínimo ni volvernos complacientes!
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.