Reuniendo los corazones
(21er Domingo Ordinario: Isaías 66:18-21; Hebreos 12:5-13; Lucas 12:22-30)
En semanas recientes hemos reflexionado sobre algunas lecturas desafiantes, y hoy no parece ser la excepción. Hebreos nos habla de aceptar las pruebas como una forma de disciplina. En el evangelio, Jesús nos dice que hay que entrar por la puerta angosta.
Afortunadamente, esto no refleja todo el cuadro. La disciplina “produce frutos de paz y de justicia”, y Jesús concluye, “Vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios”.
La primera lectura refleja un punto de vista más optimista. Dios declara. “Yo mismo vendré a reunir a todas las naciones y a todas las lenguas, y ellas vendrán y verán mi gloria”.
Esto nos trae a la memoria un himno norteamericano compuesto hace 40 años atrás. Su título es Here in this Place(Aquí en este Lugar), pero también conocido comúnmente como “Gather us in” {Reúnanos), por una frase recurrente en el texto. (Discúlpennos por usar una fuente desconocida para muchos. Esperamos que esto les recuerde a nuestros lectores de la edición en español, francés o polaco, de himnos parecidos en su propio idioma.)
“Reúnanos, los perdidos y los olvidados/ Reúnanos, los ciegos y los cojos”. Podemos sentir el peso de nuestros pecados, como el famoso fantasma de Marley en Un Cuento de Navidad de Charles Dickens, que arrastraba detrás de sí unas pesadas cadenas forjadas en avaricia egoísta.
Aun así, esperamos ser admitidos en la gran asamblea. Las próximas dos líneas dicen: “Llámanos ahora y nos despertaremos/ nos erguiremos al escuchar el sonar de nuestro nombre”.
La primera peregrina en La Salette fue la Santísima Virgen. Ella llamó a dos niños para acercársele. Eso fue el comienzo. Desde entonces, muchos cientos de miles han remontado los senderos de la montaña o conducido un coche por las empinadas y sinuosas rutas con el fin de llegar al lugar donde ella puso sus pies, y escuchar sus palabras en el mismo lugar donde ella las pronunció.
Aquí las palabras de la segunda lectura adquieren una resonancia nueva: “Que recobren su vigor las manos que desfallecen y las rodillas que flaquean. Y ustedes, avancen por un camino llano, para que el rengo no caiga, sino que se sane”.
La primera línea del himno que hemos citado es: “Aquí en este lugar una nueva luz se derrama”. ¿Cómo no podríamos pensar en la luz que emana del crucifijo de la Bella Señora? Los Laicos, los Misioneros, y las Hermanas Saletenses en todo el mundo pueden reflejar aquella luz, así otros se reunirán alrededor.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.