La Identidad
(Tercer Domingo de Adviento: Isaías 61:1-11; 1 Tesalonicenses 5:16-24; Juan 1:6-8,19-28)
En su Magníficat (el salmo responsorial de hoy) María gozosamente se identifica como la servidora del Señor. Lo cual significa que ella comprendió su rol en el plan de Dios. Juan el Bautista se identifica como una Voz. Él también sabía su rol, su lugar.
La Bella Señora de La Salette no se identificó de la misma manera, pero habló de su rol: “Estoy aquí para contarles una gran noticia” Por lo tanto, se identificó a sí misma, como la mensajera de Dios.
Isaías se describe con términos similares. Él es enviado por Dios para traer novedades, para proclamar, para anunciar.
Lo que hacemos, sin embargo, no nos define completamente. Cuando San Pablo anima a los tesalonicenses a que se regocijen, se abstengan de hacer el mal, hay una realidad subyacente que explica el hacer, el rol, el comportamiento. Ellos son los discípulos de Jesucristo, por lo tanto, viven de una determinada manera.
Ese es el mensaje de María en La Salette. La diferencia está en que San Pablo estaba animando a Cristianos que eran conscientes de su identidad, en tanto Nuestra Señora estaba hablando a aquellos que habían perdido el sentido de la identidad cristiana, y cuyos comportamientos contradecían de muchas maneras dicha identidad.
La conversión, un volver, un retorno a la manera cristiana de vivir la vida podría restaurar esa identidad. María promete que, si su pueblo se convierte, sus campos volverán a producir con abundancia. Especulando un poco, esto sería como el cumplimiento de la profecía de Isaías: “Como el suelo echa sus brotes…, así el Señor hará brotar la justicia y las alabanzas ante todos los pueblos”.
Lo que todas las plantas hacen, sin importar su especie, es crecer y producir fruto. Así las hizo Dios y así ellas hacen la obra de Dios. Lo que hacen los verdaderos discípulos de Cristo es crecer en su fe y producir frutos de justicia, se santifican y perseveran en pureza hasta la venida de nuestro Señor. Esto es lo que Dios nos llama a hacer, esta es su obra, como San Pablo escribe, El cumplirá sus promesas,
Por lo tanto, no debe haber diferencia entre lo que somos y lo que hacemos. Un poeta llamado G.M. Hopkins escribió que todo en el universo clama: “Lo que hago soy: para eso vine” Esto se aplica a Juan el Bautista y – ¿por qué no? – a nosotros.
Traducción: Moisés Rueda, M.S.

Preparando el camino
(Segundo Domingo de Adviento: Isaías 40:1-11; 2 Pedro 3:8-14; Marcos 1:1-8)
En 1972, cuando era un seminarista estudiando en Roma, mis papás vinieron a Europa y viajamos a la Santa Montaña de La Salette, que está a 1800 metros sobre el nivel del mar.
Tomamos el bus desde Grenoble (a unos 215 metro sobre el nivel del mar) viajando al largo de una carretera estrecha, sinuosa y cada vez más empinada. ¡Mi pobre madre estaba aterrorizada, y miraba el piso del bus durante la mayor parte del viaje! Seguramente ella hubiera preferido que los valles fueran rellenados y las montañas aplanadas.
En el antiguo este, nuevas carreteras debieron ser construidas con anticipación a la visita de un monarca, o al menos las viejas carreteras reparadas. No es distinto a la moderna costumbre de colocar la alfombre roja.
La llamada de Isaías para preparar en camino del Señor no tiene nada que ver con las montañas y los valles físicos. Su preocupación, como la de Juan Bautista, era el hecho de que los altibajos y las cosas difíciles de nuestras vidas pueden algunas veces convertirse en obstáculos ante el plan que Dios tiene para nosotros.
Aquellos que suben a la Montaña donde la Virgen María se apareció encuentran el mismo mensaje: un llamado al arrepentimiento y al perdón de los pecados. En su mensaje ella nos recuerda, en un lenguaje sencillo, de los medios ordinarios para alcanzar esa meta.
Juan el Bautista fue enviado a preparar el camino del Señor Jesús. Su objetivo era que sus propios discípulos estuvieran listos para abandonarlo y seguir a Aquel que viniera detrás de él. El cumplió ese papel seriamente, con toda humildad. En el Evangelio de Juan, él se refiere a Jesús y a sí mismo: “Él debe crecer, yo disminuir”
De manera similar en la Salette, María no pidió nada para sí misma. Todo lo que ella quería era persuadir a su pueblo para que siguiera de nuevo a su Hijo, volviendo a la práctica de su fe.
“¡Ven Señor Jesús!” es un tema recurrente en Adviento. Se refiere no solamente a la próxima Fiesta de la Navidad, sino al regreso definitivo de Jesús al final de los tiempos. San Pedro escribe que nosotros no deberíamos solamente esperar por esa venida, sino que debemos vivir para apresurarla.
Tan desafiante como es el llamado a la conversión, así debería ser realmente muy atractivo para nosotros. Después de todo, ¿Por qué no quisiéramos estar en una relación correcta y cercana con Dios?
María prepara el camino del Señor hacia nosotros, y el nuestro hacia él.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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