Comida en tierra desierta
(Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo: Génesis 14:18-20; 1 Corintios 11:23-26; Lucas 19:11-17)
La Salette es un rincón remoto de los Alpes bajos de Francia. Aunque muchos peregrinos visitan Lourdes cada año, solamente unos 250.000 llegan a este Santuario de montaña, mayormente lo hacen en primavera y verano. SI no fuera por eso, sería un lugar bastante desértico.
Ciertamente lo mismo sucedía el 19 de septiembre de 1846. Un puñado de personas, incluyendo los dos niños, Maximino Giraud y Melania Calvat, estaban pastoreando su ganado o cortando el forraje. Desde el lugar en donde habían comido su comida sencilla de pan y queso, Maximino y Melania no podían ver a nadie más. Y luego, de repente, ¡había allí una Bella Señora!
Ella habló, entre otras cosas, de otros lugares desiertos – las iglesias. Durante la Revolución Francesa que tuvo lugar unos 50 años antes, Francia se había convertido en ferozmente anticatólica. Las cosas habían cambiado desde entonces, pero los efectos aún se sentían y la población nominalmente católica aún mantenía una cierta hostilidad hacia la religión.
De vez en cuando la gente abandona la Iglesia católica a causa de algún conflicto, o por los escándalos, o por un rechazo a sus enseñanzas. Al hacerlo, se privan a ellos mismos de la Eucaristía. Las lecturas de hoy ponen muy claro cuán esencial es la Eucaristía para nuestra vida cristiana católica. Tanto en la teoría como en la práctica, es muy difícil imaginar una sin la otra. Verdaderamente sin la Eucaristía, nos encontramos a nosotros mismos en un lugar desierto.
Uno de los Salmos más largos describe la escena en que unas personas andan vagando por un desierto, hambrientas y sedientas. Por fin claman al Señor que las rescata y las conduce a una ciudad. Esta parte del Salmo concluye así:
“Den gracias al Señor por su misericordia
y por sus maravillas en favor de los hombres,
porque él sació a los que sufrían sed
y colmó de bienes a los hambrientos”.
(Salmo 107:8-9)
Además de las lecturas, la liturgia de hoy incluye una secuencia; es un poema escrito hace 750 años por Santo Tomás de Aquino cuando esta fiesta fue establecida por primera vez. Hace eco de aquellos mismos sentimientos de gratitud por la bondad conferida a nosotros en el don de la Eucaristía.
En la Misa, Cristo nos bendice y nos colma de bienes muy grandes. ¿Por qué debería alguien preferir los lugares desiertos?
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.