Lo realmente importante
(Domingo de la Santísima Trinidad: Éxodo 34:4-6 & 8-9; 2 Corintios 13:11-13; Juan 3:16-18)
El tema de las lecturas de hoy no da lugar a confusiones: La misericordia y la compasión de Dios, su inmenso amor por el mundo. El mismo Dios que se revela a sí mismo como Padre, Hijo y Espíritu, se revela como “lento a la cólera y rico en bondad” una frase que es recurrente muchas veces en las Escrituras.
Dios es “lento a la cólera”. Esto no significa que sea indiferente ante el pecado. De hecho, el versículo omitido de la primera lectura describe a Dios también como el que “no declara inocente al culpable” Moisés reconoce que su pueblo es “duro de cerviz”. Pablo les recuerda a los Corintios que deben corregir su manera de vivir. Y hasta el Evangelio de Juan reconoce que existe la posibilidad de la condenación, justo dos versículos después de haber proclamado que “Dios tanto amó al mundo”.
Si a Dios no le importase el pecado, Nuestra Señora no tendría ninguna razón para aparecerse en La Salette. Ella vino porque nuestro pecado es algo serio.
Hay una diferencia entre pecados y crímenes. Mientras que algunos crímenes probablemente también sean pecados, no todo pecado es un crimen. Fallar a la hora de respetar el nombre de Jesús, o no guardar la abstinencia Cuaresmal, o no respetar en descanso del domingo, o no ir a la Misa dominical – nada de esto es un acto criminal y aun así María se quejó y lo hizo llorando.
Los crímenes son definidos por la sociedad y castigados por la sociedad porque se trata de algo serio que tiene que ver con el bienestar y el buen orden de la misma.
En el Salmo 50 David ora, “Contra ti, contra ti solo pequé” ¿Y qué de Urías, a quien le causó la muerte? ¿Y qué de la esposa de Urías, Betsabé, a quien David sedujo? ¿Acaso no pecó contra ellos? No hay duda de que cometió un crimen contra ellos, porque esas cosas eran algo serio para la sociedad en la cual él vivió.
Sí, esos crímenes también eran pecados, porque eran algo serio para Dios, aún más que para la sociedad.
El pecado no es solamente una cuestión de quebrantar un mandamiento. Es una violación en contra de la relación que estamos llamados a tener con Dios, una relación que es profundamente importante.
De muchas maneras la Aparición de Nuestra Señora de La Salette demuestra que lo que es importante para nosotros (hambre, muerte de los niños) lo es también para Dios.
Eso debería llevarnos a hacernos la pregunta si lo que es importante para Dios es realmente importante para nosotros también.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.