Los que llegan tarde
(Vigésimo quinto domingo del Tiempo Ordinario: Isaías 55:6-9; Filipenses1:20-27; Mateo 20:1-16)
La parábola de los trabajadores de la viña a menudo provoca una reacción negativa en los oyentes, quienes sienten que hay algo realmente injusto en la manera en que el dueño de la viña paga a sus trabajadores. Pero Dios no piensa de la misma manera que nosotros, nos lo recuerda Isaías.
Yo sostengo, además, que esta parábola es especialmente compatible con el mensaje de Nuestra Señor de La Salette.
Jesús se estaba refiriendo a dos asuntos diferentes. El más obvio es que nosotros no podemos ponerle un precio, por así decirlo, al Reino. El otro es: diferentes personas responden a su propia manera, y a su propio tiempo, a las Buenas Nuevas. Aun habiendo una cierta urgencia para la conversión, esta no puede ser apurada.
Como podemos ver en muchas de las cartas de San Pablo, hacerse cristiano implica un cambio fundamental en el estilo de vida. Eso fue dramáticamente verdadero en su propia vida, y aun siendo Apóstol en el servicio al Señor, tenía que tomar en cuenta las necesidades de los demás, como podemos apreciar en la segunda lectura de hoy.
La senda de San Agustín hacia una manera de vivir cristiana completa le tomó más de 10 años. Santa Teresa de Ávila habla de sí misma como siendo una monja bastante mediocre por mucho tiempo antes de comprometerse a una vida seria de oración.
Centrándonos en la conclusión de la parábola, tendemos a no notar cuan seguido el dueño de la viña va a contratar más trabajadores. Dándole vuelta al llamado de Isaías de “buscar al Señor mientras puede ser encontrado”, es el Señor el que va a buscar a aquellos que están necesitados de lo que él tiene para ofrecer, mientras pueden ser encontrados.
El resentimiento hacia los “cristianos tardíos” implica que aquellos que han seguido a Jesús desde mucho antes, han perdido algo, porque han llevado la “carga” de su vida cristiana por más tiempo. ¡Nada podría estar más lejos de la verdad! Los tardíos son los perdedores porque les han faltado tantas cosas a lo largo del camino. Todos los santos que fueron conversos tardíos expresaron un pesar similar al de San Agustín en su famosa frase, “Tarde te amé, oh Belleza siempre antigua y siempre nueva.”
La Bella Señora de La Salette quiere que su pueblo busque esa Belleza, mejor si es ahora mismo, pero los que llegan tarde serán siempre bienvenidos.