Realidades de la Vida
(Tercer Domingo de Pascua: Hechos 3:13-19; 1 Juan 2:1-5; Lucas 24:35-48)
San Pedro adopta una actitud conciliadora cuando se dirige a aquellos que crucificaron a Jesús: “Ustedes actuaron por ignorancia” Y les ofrece la posibilidad de que sus pecados sean borrados.
San Juan escribe algo parecido para la comunidad cristiana. El da por hecho de que van a pecar, y les asegura que tienen un abogado, Jesús, quien no solamente va a defender su causa, sino que es él mismo la expiación de sus pecados.
Pedro y Juan no están ni remotamente sugiriendo que está bien pecar. Eso sería como decir que es correcto tomar veneno mientras se tenga el antídoto.
Continuando con la analogía de la salud, es una realidad de la vida que la gente sí que come cosas que son dañinas o dejan de lado cosas que son buenas. Los diabéticos pueden sentir que es muy difícil resistirse a los dulces; personas con sobrepeso pueden no querer hacer ejercicio. Así, también un “pecado atractivo” puede tener un tremendo poder sobre nosotros.
Pedro y Juan eran realistas. Ellos entendían la naturaleza humana, y reconocían que el pecado es una realidad de la vida. Ellos también se habían dado cuenta que el pecado no debería desembocar en la desesperación. Pedro sabía de esto por experiencia personal. Él había negado a Jesús. Y después lo proclamó a todo aquel que quisiera escucharlo.
La ignorancia y la duda son también realidades de la vida. En el evangelio de Lucas, Jesús tuvo dificultades al intentar convencer a sus discípulos que era realmente él el que estaba de pie allí, y al final se los demuestra comiendo un trozo de pescado asado. Al mismo tiempo también hace resaltar el don del arrepentimiento para el perdón de los pecados.
En La Salette, María es dolorosamente consiente de la realidad del pecado. Su lista de ofensas no es exhaustiva, pero lo suficiente como para indicar la naturaleza de los pecados que son causa de su más honda preocupación. Aquí, también, no hay necesidad de desesperarse. El “Si se convierten” es el punto de inflexión en su discurso.
En todo lo mencionado anteriormente, la promesa se basa en la Pasión y la Resurrección de Cristo. Por eso Jesús dirige la atención sobre sus manos y sus pies, y no sobre su rostro, para verificar su identidad. Por eso la Bella Señora lleva un crucifijo grande. Aquel que venció a la muerte puede sin duda triunfar sobre el pecado.
Sí, el pecado es una realidad de la vida. Pero gracias a Pedro, a Juan, a Lucas y a Nuestra Señora de La Salette, nos hacemos conscientes de otra realidad de la vida, una realidad a la que llamamos esperanza.