No Temo
(3er Domingo de Aviento: Sofonías 3:14-18; Filipenses 4:4-7; Lucas 3:10-18)
En cierto sentido, las palabras más importantes dichas por la Bella Señora de La Salette fueron las primeras: “Acérquense hijos míos, no tengan miedo”. Sin estas palabras el resto del mensaje no hubiera podido nunca ser escuchado.
Nos gusta tener tales garantías, porque las necesitamos. Son abundantes en las Escrituras de hoy. En Sofonías:” ¡No temas, que no desfallezcan tus manos!” en San Pablo: “No se angustien por nada”. Y en nuestro salmo responsorial, que no es del libro de los Salmos sino de Isaías 12: “Yo tengo confianza y no temo”
En el Evangelio Juan el Bautista anima a sus oyentes a ser generosos en el compartir, evitar la codicia, ser honestos, estar satisfechos con lo que tienen. Estas son maneras excelentes para reducir el estrés y la ansiedad en la vida.
Pero luego viene el sobresalto. El Bautista adopta un tono más ominoso al predicar sobre aquel que ha de venir después de él. “Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible”.
Lucas entonces concluye., “Por medio de muchas otras exhortaciones, (Juan) anunciaba al pueblo la Buena Noticia”. La Buena Noticia no es siempre algo agradable.
Cualquier orador público sabe que hace falta encontrar diferentes maneras para llegar a la gente. Mientras variada sea la audiencia - adultos, adolescentes y niños, diferentes culturas o niveles de educación, etc., - más difícil es la tarea. Tiene que haber algo para todos.
La Santísima Virgen entendió esto. En primer lugar, ella tenía que aclarar que está de parte nuestra. (“No tengan miedo… ¡Hace tanto tiempo que sufro por ustedes!), y luego se sintió libre para decir otras cosas que su pueblo necesitaba escuchar. Algunas personas responderían más a sus advertencias, otras a sus promesas, otras también a sus lágrimas, o a su preocupación por el bienestar de su pueblo.
Muy a menudo nosotros señalamos que la “gran noticia” de María es como la “Buena Noticia”, no solamente en su contenido sino hasta en su estilo.
Nada de esto quiere decir que necesitemos vivir en el temor. Si el llamado nos llega de las Escrituras o de La Salette, podremos decir “Yo tengo confianza y no temo.”
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.