La respuesta obvia
(15to Domingo Ordinario: Deuteronomio 30:10-14; Colosenses 1:15-20; Lucas 10:25-37)
En la primera lectura, Moisés afirma que la ley no está por encima de la capacidad de su pueblo tanto de conocerla como de obedecerla. María en La Salette se refiere a algunos de los más simples y más obvios requerimientos de la vida cristiana y católica. Ambos parecen afirmar lo que es obvio.
En el evangelio de hoy, un experto en leyes es desafiado por Jesús a encontrar una respuesta personal a la pregunta acerca de cómo alcanzar la vida eterna. Él no lo duda. “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo”. Bastante obvio, realmente.
Moisés habla de “Este mandamiento que hoy te prescribo”. Prescribir significa imponer, animar, amonestar, incitar, etc. Implica una expectativa de cumplimiento. María espera lo mismo, no solamente de Melania y Maximino, sino de todos aquellos que algún día escucharan sus palabras.
La observancia de la ley acarrea consigo ciertas recompensas. El texto del Deuteronomio de hoy continúa con un pasaje en el cual se le recuerda al pueblo las bendiciones que les llegan a aquellos que obedecen los mandamientos. Jesús en el Evangelio dice, “Obra así y alcanzarás la vida”. En La Salette, la Bella Señora promete que el hambre terminará para aquellos que se sometan a su hijo.
Sin embargo, hacer las cosas con vistas a recibir una recompensa, no es una manera adecuada de cumplir el gran mandamiento. Mientras más perfectamente amemos a Dios, más natural será para nosotros vivir según su ley.
Miremos a Jesús en su pasión. Él amó a su Padre con todo su corazón, atravesado a causa de nuestros pecados, como sangre y agua que se derrama; con toda su alma, se sometió completamente a la voluntad del Padre en el Jardín de Getsemaní; con todas sus fuerzas al cargar la cruz; con todo su espíritu cuando oraba incluso por sus enemigos.
María, al pie de la cruz, unió su amor al de él. En La Salette, ella no pidió nada para sí misma. Era algo natural en ella velar por las necesidades de su pueblo. Cosas obvias que ella tenía que hacer.
¿Qué debemos hacer nosotros para heredar la vida eterna? Amar al Señor, nuestro Dios… amar a nuestro prójimo… Ve, y procede tú de la misma manera. ¿Es acaso algo superior a nuestras fuerzas o fuera de nuestro alcance?
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.