P. René Butler MS - 17mo Domingo Ordinario - Compartir la Riqueza

Compartir la Riqueza

(17mo Domingo Ordinario: 1 Reyes 3:5-12; Romanos 8:28-30; Mateo 13:44-52)

  Cuando decimos que algo nos gusta, ya sea - una comida favorita, un deporte o alguna música – es una manera sencilla de decir que nos deleitamos en ello.

No es del todo lo mismo, sin embargo, cuando, en el Salmo de hoy, le decimos al Señor, “Yo amo tus mandamientos y los prefiero al oro más fino. ¿En qué sentido es diferente? La respuesta yace en el posesivo plural ‘tus’. El salmista no es un abogado al que le guste andar divagando en las complejidades (y encontrando las lagunas) de la Ley. El contexto aquí es la oración, dirigida a Dios a quien ama.

En el Evangelio, las dos primeras parábolas recalcan que el reino de los cielos tiene un valor incomparable, tanto que uno debería estar dispuesto a “vender todo lo que posee” con el propósito de adquirirlo.

Hay, sin embargo, una diferencia importante entre el tesoro enterrado en el campo y el reino de los cielos. En el primer caso, la persona que encuentra el tesoro presumiblemente se lo queda, o lo usa para enriquecerse aún más.

Pero cuando se trata del reino, quien sea que lo haya adquirido y amado, se ve impulsado a compartirlo.

La Biblia es un verdadero tesoro escondido en el campo dado a nosotros por Dios. ¿Lo amamos? Nos provee de riquezas de Sabiduría, Conocimiento, Mandatos y Preceptos para conducirnos sabiamente. ¿Los amamos? Con ellos, también tenemos los Sacramentos. ¿Amamos estas perlas de gran valor, atesoradas por la Comunidad de los Creyentes?

Estas reflexiones semanales están dedicadas a aquellos que aman a La Salette. En esto también, está primero y ante todo nuestro amor por una cierta Bella Señora, a quien llamamos nuestra Madre en Lágrimas, y que vino a recordarnos de los tesoros que el Señor ha puesto a nuestra disposición.

En la versión larga del Evangelio de hoy, Jesús pregunta, “¿Comprendieron todo esto?” Sería maravilloso si nosotros, como los discípulos pudiéramos responder con un “Sí”. No necesitamos ser teólogos ni eruditos bíblicos. El salmista nos los recuerda: “La explicación de tu palabra ilumina y da inteligencia al ignorante”.

Con respecto al reino de los cielos, La Salette no es algo que debamos guardar para nosotros mismos. Estamos encargados de hacer conocer el mensaje a todo su pueblo.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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