P. René Butler MS - Corpus Christi - Alianza

Alianza
(Corpus Christi: Éxodo 24:3-8; Hebreos 9:11-15; Marcos14:12-26)
Dos palabras resaltan en las lecturas de hoy: sangre y alianza
Una alianza es un acuerdo o un trato, en el cual los derechos y las obligaciones de las partes están claramente establecidos. Es como un contrato o un acuerdo de negocios.
Es mucho más que un contrato, sin embargo, precisamente por eso, por lo menos en la Biblia, implica en primer lugar y ante todo una relación. El Pueblo de Israel entendió muy bien lo que era, por eso dijo, “Haremos todo lo que el Señor nos dijo” La relación con el Dios que los había liberado de la esclavitud lo era todo para ellos.
La alianza entre Dios e Israel se resumía en estas palabras, “Yo seré tu Dios y ustedes serán mi pueblo”
“Mi pueblo”: Estas palabras aparecen una vez al principio y dos veces al final del discurso de María en La Salette. Ella se expresa de esta manera porque ocupa un lugar especial en la alianza, lugar que le fue asignado al pie de la cruz. El pueblo por el cual su Hijo derramó su sangre también es su pueblo.
Esta alianza en la sangre es, como la carta a los Hebreos nos lo recuerda, más efectiva que la sangre de cualquiera de los animales prescritos para el sacrificio. Es derramada “por muchos”, por las multitudes que encontraran salvación en él, y celebran ese don en la Eucaristía.
“En verano, sólo algunas mujeres ancianas van a misa. Los demás trabajan los domingos todo el verano” En algún momento en su historia su pueblo había dejado de valorar el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo. En lugar de ser el signo de la Alianza, la misa se había convertido en una obligación forzada, una carga a dejar caer. Dejó de ser celebrada como un don.
Cualquiera que piense que María vino a La Salette sólo para exigir obediencia a obligaciones está perdiendo completamente el verdadero sentido del mensaje. El mensaje de María apunta a la restauración de la conciencia de lo que implica esa alianza entre su Hijo y su pueblo, y a una apreciación del inmenso valor de esa relación.
Poniendo sus palabras en nuestros corazones, podemos rezar con el salmista, “¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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