La Obra de Dios
(Decimo primer Domingo del tiempo Ordinario: Ezequiel 17:22-24; 2 Corintios 5:6-10; Marcos 4:26-34)
La esposa de un granjero me dijo una vez que la única forma legal de apostar en su estado era la agricultura. Jesús, por otro lado, nos presenta el trabajo de la tierra como un acto de fe. La semilla puesta en la tierra se transforma misteriosamente a la manera determinada por el creador para producir el fruto y la sombra. Es obra de Dios. Así tal cual es el Reino de Dios.
Nada de eso se perdía en las comunidades alrededor de La Salette en 1846. La agricultura era todo para ellos, y como nunca, se convirtió en una apuesta, con la pérdida de los dos alimentos básicos de su dieta, el trigo y las papas.
“Si tienen trigo”, María dijo en La Salette, “no deben sembrarlo. Todo lo que siembren se lo comerán los insectos, y lo que salga se convertirá en polvo cuando lo sacudan”. Los profesores del seminario mayor de Grenoble, escribiéndole al Obispo en Diciembre de 1846, encontraron esto perturbador. “Esta recomendación parece sospechosa, contrario a las reglas de la prudencia y a las leyes del Creador… ¿Ella realmente prohibió la siembra?”
La prensa secular dijo que semejante idea era un abuso de la autoridad eclesial que servía para atemorizar a la parte “menos ilustrada” de la población.
Es verdad que, tomadas fuera de contexto, las palabras de María parecían casi crueles. Pero debemos tener presente toda la Aparición y el mensaje.
Veamos la segunda lectura, San Pablo dice que “todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo, para recibir el premio o el castigo por lo que hayamos hecho en esta vida, ya sea bueno o malo” Este no es un pasaje popular. Pero es un recordatorio, un llamado a poner en consideración nuestro estilo de vida. Aquí San Pablo está reforzando lo que ya había dicho algunos versículos antes. “Andamos por fe, no por vista”
Dios dice por medio de Exequiel que el plantará un magnifico cedro en la montaña más alta de Israel, que producirá frutos y dará cobijo a las aves. El restaurará la gloria de Israel, y lo hará de nuevo un pueblo fiel. “Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré”.
Las palabras de María se encaminan dentro de la misma tradición profética. Podemos ser fieles, podemos andar por fe, si nos ofrecemos en sumisión de fe (ver también Hebreos 11). El resto (la plantación, el crecimiento, los frutos) es obra de Dios.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.