Problemas de División
(3er Domingo Ordinario: Isaías 8:23—9:3; 1 Corintios 1:10-13; Mateo 4:12-23)
Frente a la confusión y la rivalidad que se reflejan en nuestra segunda lectura. Pablo se dirige al corazón del asunto: “¿Acaso Cristo está dividido? ¿O es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O será que ustedes fueron bautizados en el nombre de Pablo?”
Como podemos ver en este y en varios otros textos del Nuevo Testamento, la desunión entre los creyentes fue un problema constante. Conforme esto sucede, nosotros recién concluimos la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos (18 – 25 de enero) El hecho de que este sea un evento anual es un signo de que el problema, desgraciadamente, aún existe.
La separación, por supuesto, es algo natural. Las personas que se han unido por lazos de afecto puede que se vayan a vivir a ciudades o países diferentes; el voto de ser fieles “hasta que la muerte nos separe”, y así en adelante. Pedro, Andrés, Santiago y Juan dejaron a sus familias para seguir a Jesús. La separación es parte de la vida humana.
La división es diferente. Implica un tipo de separación que tiene una causa distinta, normalmente el conflicto, cuyos motivos parecen ser virtualmente infinitos.
Nuestra Señora de La Salette se refiere a una clase de división en particular, causada por la indiferencia de aquellos a los que ella llama “mi pueblo” para con aquel a quien ella llama “mi Hijo”. Como Religiosos Saletenses y como Laicos, cuando vemos división, sentimos un deseo de hacer que las personas vuelvan y, si es necesario, vuelvan a Dios.
Algunas divisiones son de un carácter religioso específico. Tal como la Bella Señora no podía quedarse indiferente y simplemente dejarnos sufrir las consecuencias de nuestros pecados, igual que San Pablo no podía quedarse indiferente ante las divisiones entre los Corintios, también nosotros sentimos la necesidad de dar una respuesta ante las divisiones y sufrimientos en nuestra Iglesia. Pero también hay muchas situaciones en nuestro mundo y probablemente tocando nuestras puertas, ahí nuestro carisma de reconciliación se torna urgente.
Mateo ve el viaje de Jesús a Cafarnaúm como el cumplimiento de la profecía de Isaías, “El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz”. Respondiendo a su llamado, y al deseo de María de hacer conocer su mensaje, podemos hacer nuestra parte para iluminar la oscuridad.
¿Cómo? Eso depende de la originalidad de nuestro llamado individual, nuestra personalidad y nuestros dones. ¡Hay que ser creativos!
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.