Lo que Fuimos… Lo que Somos
(15to Domingo Ordinario: Amós 7:12-15; Efesios 1:3-14; Marcos 6:7-13)
La conexión saletense con la primera lectura de hoy es obvia. Amós dice, “Yo no soy profeta... sino pastor y cultivador de sicómoros; pero el Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo: Ve a profetizar a mi pueblo Israel”.
La Santísima Virgen habló con los dos niños quienes ciertamente no eran profetas. Los abordó mientras andaban arreando sus vacas, y les dijo, “Lo harán conocer a todo mi pueblo”.
Los Apóstoles, enviados como misioneros por el mismo Jesús en el Evangelio de hoy, podrían decir algo parecido: Yo era solamente un pescador, un cobrador de impuestos, un activista. El Señor me apartó de todo aquello, él cambió mi vida completamente. Más tarde, Pablo, que no era uno de los primeros doce, no dudó en decirles a los demás que él era un perseguidor de la Iglesia hasta que se encontró con Jesús.
Ponte en las sandalias de aquellos hombres. ¿Qué cosa fuiste? ¿Qué eres ahora? Todos, por supuesto, hemos tenido la experiencia de acontecimientos que nos cambiaron la vida. Algunos, como la fe, son fundamentales.
Aun para aquellos que han sido católicos practicantes toda su vida, llega un momento en el que la oración, los sacramentos, la Escritura, etc., toman de repente un nuevo e importante significado personal, adquirieron el valor que nunca antes tuvieron. Eso se llama conversión.
Puede darse gradualmente, pero en La Salette, tiende a ser más repentinamente. Muchos turistas de paso y desprevenidos, regresan luego como peregrinos. Es el confesionario donde la mayoría de los milagros de La Salette tienen lugar.
En la segunda lectura, Pablo nos lo recuerda dos veces, que somos elegidos por Dios. Sin embargo, en ambos casos, el añade. “en él” queriendo decir, en Cristo. Como saletenses podemos sentirnos tentados a pensar que hemos sido elegidos “en María”, pero eso sería incorrecto. El corazón mismo de la Aparición de La Bella Señora es Jesús, cuya imagen crucificada ella lleva cerca de su corazón.
Si creemos de verdad, y tenemos nuestra fe debidamente enraizada en Cristo, entonces podremos dar gloria a Dios cuando nos convoque y nos envíe a profetizar, a proclamar, a hacer conocer un mensaje. Puede que hayamos sido otra cosa, pero ahora al convertirnos y reconciliarnos con Dios por medio de su Hijo, podemos en confianza centrar nuestra atención en la misión, lo que sea, donde sea que nos toque llevarla a cabo.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.