Mar adentro
(5to Domingo Ordinario: Isaías6:1-8; 1 Corintios 15:1-11; Lucas 5:1-11)
Hay muchas similitudes entre las tres lecturas de hoy. Por ejemplo, un encuentro extraordinario con el Señor provocó que tanto Isaías como Pablo y Simón se hicieran profundamente conscientes de su condición de pecadores. Esto podría ser también parte de nuestra propia experiencia de vida.
Otra comparación es menos obvia, pero igualmente importante. Jesús le dice a Simón, “Navega mar adentro, y echen las redes” y, algunos versículos más adelante, “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres” Tanto Isaías como Pablo fueron admitidos en las profundidades del misterio de Dios, y les fue dada una misión.
En La Salette, la imagen es una vez más, diferente, pero la realidad es la misma. Nos sentimos atraídos, hacia lo alto de la montaña, pero allá, junto a Melania y Maximino, se nos da una misión, la de hacer conocer un mensaje importante por medio de nuestras palabras y con nuestro propio ejemplo de vida.
Isaías se sintió especialmente perturbado, pero recibió un signo del perdón de Dios cuando la brasa encendida tocó sus labios. María identificó algunos de los signos por medio de los cuales su pueblo estaba ofendiendo al Señor; y nos hizo recordar la importancia de poner en práctica nuestra fe católica, especialmente en la Eucaristía instituida por Jesús “para el perdón de los pecados”. Acuérdate de esto la próxima vez que la hostia consagrada se pose en tus labios.
La Iglesia también provee el signo de la absolución en el sacramento de la Reconciliación, que cada sacerdote saletense atesora en su corazón. ¡Cuántas hermosas historias podríamos contar!
Volvemos de nuevo a las tres “palabras saletenses” claves: la reconciliación (reconocer y aceptar que no somos dignos); la conversión (volver a Dios y aceptar su perdón); y el hacer conocer el mensaje (evangelizar).
En el caso de Simón, esto comenzó cuando dejó que Jesús usara su barca como tarima desde la cual enseñar a la multitud. Poco sabía Simón a dónde le conduciría este simple acto de generosidad.
El claro mensaje que la Bella Señora proclamó en La Salette es algo que el mundo todavía necesita urgentemente. Si en nuestros corazones y por medio de nuestras acciones dejamos que Jesús entre en la humilde barca de nuestras vidas y vaya cada vez más desde lo profundo tomando el mando, ¿Quién sabe cuánto bien pudiéramos hacer?
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.