La Nueva Evangelización
(4to Domingo de Pascua: Hechos 13:14, 43-52; Apocalipsis 7: 9, 14-17; Juan 10:27-30)
En la segunda lectura, del Apocalipsis, Juan describe a “una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas... que vienen de la gran tribulación”.
No puede tratarse solamente de aquellos que escaparon de la muerte durante la persecución. Es su fe la que sobrevivió. Una vez evangelizados, permanecieron fieles al Señor Jesús. Ellos son, si se quiere, los descendientes de los nuevos cristianos descritos en la primera lectura: “Al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra de Dios, y todos los que estaban destinados a la Vida eterna abrazaron la fe. Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la región”.
Como sabemos de gran parte de la historia de la Iglesia, el entusiasmo por el Evangelio necesita renovarse de vez en cuando. En este contexto es que hoy hablamos de la Nueva Evangelización, la cual “es un llamado a cada persona a profundizar su propia fe, tener confianza en el Evangelio y poseer la voluntad de compartir el Evangelio” (USCCB, Sitio Web de la Conferencia de Episcopal Católica de USA)
El Papa Benedicto lo expresó de este modo: “Hay regiones del mundo... en las que el Evangelio ha echado raíces durante mucho tiempo, dando lugar una verdadera tradición cristiana, pero en las que en los últimos siglos... el proceso de secularización ha producido una grave crisis del sentido de la fe cristiana y de la pertenencia a la Iglesia”. (28 de junio de 2010) A una situación como esta se refirió la Bella Señora en La Salette, y por la cual todos, los Laicos Saletenses, los Misioneros y las Hermanas, se comprometen espontáneamente. Compartimos sus lágrimas.
En el Evangelio de hoy Jesús dice: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás”. Nuestra vocación como evangelizadores implica crear las oportunidades para que otros escuchen su voz, y ayudar a eliminar los ruidos que distraen al oyente o distorsionan el mensaje.
María preguntó: "¿Hacen ustedes bien la oración, hijos míos?" ¿Acaso no es este el comienzo de la evangelización? Cuando nos abrimos a la palabra de Dios que nos habla al corazón y al alma, nuestra fe se profundiza, y nos sentimos mejor preparados y más motivados para compartirla.
Al mismo tiempo podemos escuchar el mensaje del Evangelio “re propuesto” a nosotros. Esa es siempre una cosa buena.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.