¿Cuál yugo?
(13er Domingo Ordinario: 1 Reyes 19, 16-21; Gálatas 5, 1, 13-18; Lucas 9, 51-62)
Cualquiera que haya visitado una granja tradicional conoce lo que es un yugo: una estructura de madera que se coloca sobre el cuello del animal, para arar o jalar cosas pesadas. Normalmente dos animales son amarrados juntos al mismo yugo, compartiendo la carga. Esto es parte del cuadro que nos presenta la primera lectura.
Sin embargo, San Pablo, usa el término en un sentido figurado. “Ésta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud”. Prosigue diciendo que si abusamos de nuestra libertad, entonces no somos libres.
¿Te recuerda esto de un dicho de Jesús? No está en el Evangelio de hoy, sino en Mateo 11, 30: “Mi yugo es suave y mi carga liviana”. Esto se entiende normalmente como el yugo que Jesús coloca sobre nuestros hombros. Pero otra posible lectura es que él nos está invitando a llevar su yugo con él, a compartirlo mientras llevamos su carga.
Como fuere, se requiere una correcta sumisión, un deseo de conocer su voluntad y las ansias de cumplirla. Esto significa, en un sentido, el intercambio de un yugo por otros. En La Salette, María ofrece una alternativa; un sometimiento humilde a los simples requerimientos de la fe, o un sometimiento a regañadientes a un sufrimiento sobre el cual no tenemos ningún control.
En el Evangelio de hoy, tres personas diferentes deciden seguir a Cristo. En el tercer caso Jesús usa una imagen de granja, muy parecida a la de la primera lectura; “El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”.
San Pablo también trae a tono otra dimensión de la conversión; “Toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Esto es muy parecido a lo que escribe en el siguiente capítulo de su carta: “Ayúdense mutuamente a llevar las cargas, y así cumplirán la Ley de Cristo”.
Es difícil para nosotros cambiar, y con frecuencia cargamos con el peso del pecado. La Iglesia nos ofrece el sacramento de la Reconciliación para quitar ese peso, y para que retornemos a nuestra libertad en Cristo. La bella Señora no habló de esto, pero tenía la misma resolución en su mente.
Hay otra imagen muy fuerte en la primera lectura que no queremos omitir, la del manto de Elías, que simboliza el traspaso de su rol profético. ¿Acaso María no extendió su manto sobre nosotros?
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.