La Ley de la Reconciliación
(15toDomingo Ordinario: Deuteronomio. 30:10-14; Colosenses 1:15-20; Lucas 10:25-37)
Hoy tenemos para elegir entre dos Salmos Responsoriales. El Salmo 69 nos invita a volver a Dios en tiempos difíciles; el Salmo 19 canta una alabanza a la Ley del Señor. Ambos le hablan a un corazón Saletense.
La Bella Señora describe el comportamiento de su pueblo que se enfrenta a la amenaza del hambre: “Cuando encontraban las papas arruinadas, juraban, mezclando el nombre de mi Hijo”. En esta situación, el lenguaje blasfemo pareciera surgir más espontáneamente de que la oración.
La Ley era uno de los más grandes dones que Dios le concedió a su pueblo elegido, un motivo de orgullo. El salmista lo reconoce como tal en muchas otras partes, de una manera notable en el Salmo 147: “Revela su palabra a Jacob, sus preceptos y mandatos a Israel: a ningún otro pueblo trató así ni le dio a conocer sus mandamientos” Moisés insiste: “Escucharás la voz del Señor, tu Dios, y observarás sus mandamientos y sus leyes”.
Pero María había visto que su pueblo no amaba a Dios con todo su corazón, ni con todo su ser, fuerza y mente.
Su solución para esta situación se nos presenta en lo que hoy podríamos llamar: “enfoque multimedia”. Está el mensaje, por supuesto. Pero sus lágrimas expresan lo que no pueden las palabras. La luz contrasta con la oscuridad que ella describe. Y, lo más importante de todo, el crucifijo que lleva sobre su pecho nos recuerda, como leemos en San Pablo hoy, que Dios, por medio de Jesús: “quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz”.
Al final de la parábola del Buen Samaritano, Jesús dice: “Ve, y procede tú de la misma manera”. Es decir: “no te andes preguntando, ¿Quién es mi prójimo? Mejor pregúntate, ¿De quién puedo yo ser prójimo?”
Esta es una invitación a ir más allá de la Ley. El espíritu de la reconciliación no está limitado a ciertas personas o a la observancia de ciertos preceptos.
El mensaje de La Salette no se enfoca directamente sobre tema del “prójimo”. Pero cuando contemplamos la visita de La Santísima Virgen viniendo en ayuda nuestra y mostrándonos el camino, ¿cómo podríamos dejar de escuchar la invitación que nos hace de ir y hacer lo mismo?
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.