La Fe
(Segundo Domingo de Pascua: Hechos 2,42-47; 1 Pedro 1,3-9; Juan 20:19-31)
Tendemos a pensar en la fe como un asunto mental, como un conocimiento o conciencia de cualquier verdad. Pero vemos en las lecturas de hoy que la fe es mucho más que eso.
La primera comunidad de los creyentes se sentía guiada por una fe que los llevaba a compartir con los demás todo lo que tenían. Aquellos creyentes a quienes San Pedro escribió, tenían el deseo de hacer evidente su fe por medio de las pruebas. Y Tomás el Apóstol, exaltado por la fe en Cristo Resucitado, exclamó desde lo más profundo de su ser: “¡Señor mío y Dios mío!”
En el caso de la Aparición de Nuestra Señora de La Salette, la repuesta de los que llegaron a creer tomó inicialmente dos formas.
La primera era un retomar la práctica de su fe. El padre de Maximino, el Sr. Giraud, como Tomás en el Evangelio, no llego a creer de manera fácil. Pero una vez que se convirtió en creyente, la primera cosa que hizo fue ir a confesarse. Después de eso, fue a misa a misa todos los días por el resto de su vida. (Murió cerca de dos años y medio después.)
La segunda fue una profundización en el entendimiento del rol de María en nuestra vida. Eran los creyentes comunes, no la Iglesia oficial, los que le dieron a Nuestra Señora de La Salette su título de Reconciliadora de los pecadores.
Sí, la reconciliación con Dios, la reconciliación con la Iglesia – el Señor Giraud es un buen ejemplo de ello – estos son efectos naturales y espontáneos de fe en la Bella Señora. Y, como la fe de la que se nos habla en las lecturas de hoy, nos lleva a “Regocijarnos con una alegría gloriosa e indescriptible”, “con exultación y sinceridad de corazón” justamente como “los discípulos que se regocijaron cuando vieron al Señor.”
Tal vez nosotros mismos hemos experimentado periodos de duda. Todos conocemos a gente que tiene poca o nada de fe. Esto es muy entristecedor para cualquiera que entiende la diferencia real entre el saber normal y la fe.
El saber tiene que ver con el contenido, con hechos que pueden ser útiles, fascinantes y hasta hermosos. Pero después de todo no son realmente importantes. Santo Tomas de Aquino, uno de los más grandes teólogos, se dio cuenta un día que todo lo que había escrito le parecía paja.
La fe nos afecta de muchas importantes maneras, y nos provee un sólido fundamento para nuestras vidas. La fe es importante.
(Traducido por Hno. Moisés Rueda MS, Cochabamba, Bolivia)