¿Qué pasó?
(Tercer domingo de Pascua: Hechos 2:14,22-33; 1 Pedro 1:17-21; Lucas 24:13-35)
Si los dos discípulos en el camino de Emaús hubiesen tenido celulares, tal vez nunca se hubieran puesto a conversar con aquel viajante misterioso que se les unió. En el mundo de ellos, sin embargo, era normal recibirlo bien y tenerlo como compañero de camino. Hablaron con él, lo escucharon y lo invitaron a cenar. Y luego, de repente, se fue.
En una montaña, alejada de cualquier carretera, dos niños se encontraron con una misteriosa y bella señora. Ella disipó sus temores, les habló, los animo a ser portadores de sus palabras. Y luego se fue.
Los discípulos reconocieron a Jesús al partir el pan. Los niños primeramente pensaron que aquella señora era una esposa o una madre golpeada; después de que desapareció, los niños supusieron que podía ser una gran santa, pero fue una mujer anciana de aquella región la que reconoció que debió haber sido la Santísima Virgen.
Los elementos más significativos que tienen en común estos dos relatos es que lo que les pasó a los discípulos y a los niños. Experimentaron un cambio, fueron transformados,
A pesar de estar bien entrada la noche, los discípulos emprendieron el regreso a Jerusalén para compartir su experiencia. De estar abatidos y tristes se convirtieron en hombres de ánimo encendido. ¿“No sentíamos arder nuestro corazón”?
En todos los relatos se nos dice que Maximino y Melania tenían un ánimo entusiasta, pero tenían que cuidar las ocho vacas y no podían apurarse para bajar de la montaña, Cuando al fin regresaron a su pequeña aldea de Ablandens, la niña tenía otras tareas que cumplir y no dijo nada. El niño, por otro lado, cuando su empleador le preguntó sobre cómo fue su día, bien animado le contó a él y a otros lo que había pasado.
Pero no únicamente los niños, ni solamente los discípulos en el camino de Emaús fueron transformados. Aquel fuego que ardía en sus corazones cundió y se esparció más allá de ellos.
Otros “se prendieron fuego” por así decirlo, entre ellos, los Misioneros de Nuestra Señora de La Salette, las Hermanas de Nuestra Señora de La Salette, y un gran número de laicos alrededor del mundo, todos deseosos de esparcir aquel mismo fuego, el compartir de las Buenas Noticias de Cristo Resucitado que se hacen eco en la “Gran Noticia” de la Bella Señora.
(Traducido por Hno. Moisés Rueda MS Cochabamba, Bolivia)