La pregunta sobre la oración
(Decimo séptimo Domingo del Tiempo Ordinario: 1 Reyes 3:5-12; Romanos 8:28-30; Mateo 13:44-52)
Es bastante común entre la gente devota a Nuestra Señora de La Salette decir el Padre Nuestro y el Ave María porque eso es lo que María dijo a Melania y Maximino que había que hacer. Sin embrago sus palabras exactas fueron: “Ah hijos míos, deben decir bien sus oraciones, en la noche y en la mañana, aunque sea solo un Padre Nuestro y un Ave María cuando no puedan hacer algo mejor. Cuando puedan hacer algo mejor, recen mas”
Esa es una distinción importante. No es una manera de alentar para hacer lo mínimo, lo cual en circunstancias ordinarias no podría ser calificado como “rezar bien”
No se trata solamente de aun tema de tiempo. La oración de Salomón es un excelente ejemplo. Después conocer a ceca (en el versículo 6 que fue omitido) de la bondad de Dios para con su padre David y con el mismo, en seguida pregunta, no por lo que cualquiera en su posición podría querer, sino porque sabe que necesita gobernar bien a su pueblo – también pueblo de Dios. El rezó bien, y el Señor se respondió consecuentemente.
El discernimiento es esencial cuando nos acercamos a Dios para pedirle algo. No hay nada malo en querer a veces algo para nosotros mismos. Pero la oración nunca debe ser egoísta. San Pablo escribe: “Sabemos que todas las cosas son para el bien de los que aman a Dios” Así que podemos confiar de manera firme en él para que supla nuestras necesidades aun si rezamos por las necesidades de los demás. ¡Lo importante es rezar por lo que es... bueno… importante!
Piensen en el tesoro en el campo, o en la perla de gran precio. Parte del “vender todo lo que tenemos para comprarlo” es el deseo de poner todo lo que tenemos y somos en las manos de Dios, al servicio de Dios.
Considera la magnífica oración de San Ignacio:
Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer. Tu me lo diste, a Ti, Señor te lo devuelvo. Todo es Tuyo: dispón de todo según Tu Voluntad. Dame tu Amor y tu Gracia, que me bastan. Amen.
Piensa en eso la próxima ves que te pongas a pensar en la pregunta de la Bella Señora: “¿Hacen bien sus oraciones hijos míos?”
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.