Posibilidades interesantes
(Décimo sexto domingo del tiempo ordinario: Sabiduría 12:13-19; Romanos 8:26-27; Mateo 13:24-43)
Las lecturas de hoy son un verdadero tesoro en sus conexiones con La Salette.
En el libro de la Sabiduría: Dios cuida de todos, no ha condenado injustamente; Él es el amo del poder. Pero juzga con clemencia; les ha dado a sus hijos la posibilidad del arrepentimiento.
María preguntó a los niños; “¿Hacen bien sus oraciones hijos míos?” Ellos no las hacían; pero nunca habían ido al catecismo y no habían aprendido a rezar apropiadamente. Pablo escribe a los Romanos “No sabemos cómo orar correctamente”. El Espíritu, por lo tanto, se encarga, por así decirlo, y es Dios el que ve lo que hay en nuestros corazones.
El Evangelio no solamente habla de semillas – una imagen recurrente en las parábolas que también encontramos en el mensaje de La Salette – sino de la paciencia de Dios para con nosotros. Ya llega, no obstante, un tiempo de cosecha; la espera llega entonces a su final. Nuestra Señora no habla solamente de cosechas arruinadas en el pasado y en el futuro, sino del brazo de su Hijo. Jesús también usa una imagen tremenda; las malas hierbas serán arrojadas al fuego. Pero esto es seguido por una imagen maravillosa: “Entonces los justos brillaran como el sol en el Reino de mi Padre”, en tanto la Bella Señora evoca la visión de montones de trigo y de las papas que aparecen sembradas por los campos.
La parábola de la semilla de mostaza y de la medida de levadura no contienen nada que cause temor. La semilla y la levadura hacen solamente lo que está en su naturaleza, crecer y expandirse. Tal como es el Reino de Dios.
Jesús vino para guiar a su pueblo hacia ese Reino, “un reino eterno y universal, un reino de verdad y vida, un reino de santidad y gracia, un reino de justicia, amor y paz” (Prefacio de la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo).
La Santísima Virgen vino a La Salette para llevar a su pueblo de nuevo hacia ese reino. Un pueblo que no había seguido el cauce natural de la fe; esa semilla, en lugar de crecer, se había marchitado; esa levadura había perdido de algún modo su poder de permeabilizar sus vidas.
Pero no todo está perdido. “El Espíritu viene en ayuda en nuestra debilidad” el injusto puede ser restaurado en la justicia. Es casi como si las malas hierbas pudieran convertirse en trigo, imposible para la naturaleza, pero eminentemente posible por la gracia.