La Frivolidad de los Pensamientos
(18avo Domingo del Tiempo Ordinario: Éxodo 16:2-15; Efesios 4:17-24; Juan 6:24-35)
San Pablo escribe que los Gentiles viven “por la frivolidad de sus pensamientos.” Su auditorio, los cristianos de Éfeso, así estaban acostumbrados a vivir, pero ya no deberían hacerlo más. El no explica dicho término en detalle, pero lo asocia con la “corrupción de los malos deseos”
Los malos deseos se expresan en la primera lectura: “¡Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto! Allí nos sentábamos delante de las ollas de carne, y comíamos pan hasta saciarnos” No hay nada malo en que la gente hambrienta aspire por comida, pero en este caso lo malo radica en la falta de confianza, cuando acusan a Moisés de hacer morir de hambre a toda la comunidad, en esa actitud de ingratitud que expresaban.
Dios los había rescatado de sus opresores, con mano firme y brazo extendido, y aun así no pudieron poner su confianza en Él. No obstante, los salvó una vez más. Pero en el próximo capítulo de Éxodo, el pueblo volvió a caer en la frivolidad de sus pensamientos, quejándose de que Moisés los había sacado de Egipto solo para hacerlos morir de sed.
Conforme uno va leyendo el discurso de Nuestra Señora de La Salette, uno siente que ella hace referencia a una situación similar. Su pueblo había caído en una especie de banalidad en el pensar, echándole la culpa a Dios por sus problemas. Como San Pablo dice en otro lugar (Romanos 1:21), “Habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde. Por el contrario, se extraviaron en vanos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad.”
En el Evangelio, Jesús mira el vano pensamiento de aquellos que habiendo sido testigos del milagro de los panes y los peces. No era desde la fe que ellos lo estaban buscando, sino porque deseaban comer de nuevo. Les dice que trabajen por la comida que permanece hasta la vida eterna. La “obra” en este caso es la fe; el creer en aquel que Dios envió. Seguidamente se proclama a sí mismo como el pan de vida.
En las semanas venideras tendremos la oportunidad de reflexionar más profundamente sobre esto. Por el momento, quedémonos con la importancia de la “obra” de fe.
En La Salette, María habla mucho de la práctica religiosa, no porque esta constituya la fe, sino porque su falta demuestra la falta de fe. Sin esta vital relación con el Señor, hasta la religión puede llegar a ser un poco más que vanos pensamientos.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.