Un Toque Reconciliador
(Sexto Domingo del Tiempo Ordinario: Levítico 13:1-2 y 44-46; 1 Corintios 10:31-11:1; Marcos 1:40-45)
San Pablo parece que se vanagloria cuando escribe, “Sean mis imitadores, como yo lo soy de Cristo” Pero ocurre que él fue, de hecho, un buen modelo de discipulado, y todos nosotros de igual modo estamos llamados a ser imitadores de Cristo, haciendo todo para la gloria de Dios.
Hace muy poco me encontré con una mujer que tenía una escultura de madera, un regalo de una Hermana misionera. Fue esculpida por un enfermo de lepra, quien se la dio a la Hermana como un regalo especial de reconocimiento y gratitud, porque ella fue la única persona que lo había tocado. Ella era una imitadora de Cristo al modo como lo vemos hoy en el Evangelio.
Su toque produjo más que una sanación física. Algo que seguramente no esperaba, tal vez hasta sorprendente, y por lo tanto un singo poderoso, un ejemplo a imitar. Era un toque sanador y reconciliador.
Normalmente nosotros pensamos en la reconciliación como el acto restaurador de una relación entre personas separadas por alguna gran ofensa. Es, como sabemos, una palabra clave en el vocabulario de los Misioneros de La Salette, las Hermanas y los Laicos, todos los que deseamos ser reconciliados con Dios y ser incorporados plenamente al Cuerpo Místico de Cristo.
¿Y cómo esto se aplica a la lepra? Aparte de dos ejemplos claros (Miriam en Números 12 y Giezi en 2Reyes 5), no había ninguna ofensa asociada a la enfermedad.
El hecho reside en que, por ley, como leemos en Levítico, lo leprosos vivían en un estado de apartamiento. Impuros, no podían tener asociación con otros, y cualquiera que entraba en contacto con ellos se hacía impuro también, aunque solamente por un corto tiempo. En este caso dicha situación fue revertida. Por un toque el leproso fue restablecido a la salud y a una vida normal. Podía de nuevo entrar en el templo. Su separación se terminó. Era un acto de reconciliación.
En los años 60 del siglo pasado, los Misioneros de Nuestra Señora de La Salette fundaron una leprosería en Birmania. El P. William Doherty escribió: “Nosotros establecimos una leprosería para mucha gente afectada por esta temida enfermedad – gente hasta ese momento indeseada y abandonada” Esto era algo que perfectamente concordaba con nuestra misión de reconciliación. Estas personas, desafortunadamente, no podían ser reestablecidas para estar con sus familias. Pero su separación total se terminó
No solamente el pecado cometido y la ofensa hecha, pero cualquier forma de enajenación, claman por un toque reconciliador.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.