¡Ay!
(Quinto Domingo de Pascua: Hechos 9:26-31; 1 Juan 3:18-24; Juan 15:1-8)
Después de que Saulo encontrara a Jesús en el camino a Damasco, se quedó ciego y tuvo que ser llevado de la mano hasta la ciudad. El Señor envió a un cierto Ananías para orar por él y devolverle la vista. Ananías objetó, “He oído hablar muchas veces de ese hombre, del daño que causo a tus santos”; pero Jesús respondió, “Yo le mostraré lo que tendrá que sufrir por mi nombre”
En nuestra primera lectura vemos a lo que se refería Jesús. Saulo al principio es rechazado por los Cristianos de Jerusalén; y una vez que fue aceptado por ellos, el antiguo perseguidor se convierte en perseguido y tiene que huir.
Saulo, más tarde conocido como Pablo, va a seguir adelante produciendo frutos de gracia. Pero, como una rama nueva de la vid de Cristo, tiene que ser podado. ¡Ay! ¡Eso sí que duele!
Nadie puede afirmar que disfruta de esta parte del discipulado, pero no se puede evadir. En el mensaje de Nuestra Señora de La Salette, sus primeras palabras después de llamar a los niños cerca de ella son, “si mi pueblo no quiere someterse…” ¿Someterse? ¡Ay no! Gracias.
Pero cuando San Juan nos dice que debemos amar de verdad y con obras, ¿acaso no está diciendo lo mismo? Es muy fácil evocar palabras amorosas, pero poner el amor en práctica nos plantea serias exigencias. Tenemos que amarnos los unos a los otros como Jesús nos lo ordenó.
Jesús nos presenta el mismo pensamiento de una manera muy diferente: “Permanezcan en mi como yo permanezco en ustedes… el que no permanece en mi es arrojado fuera como el sarmiento y se seca… arrojado al fuego”. ¡Ay!
Era claro para Nuestra Señora que su pueblo no había permanecido en su Hijo. Como cualquier madre que ve a sus hijos no viviendo en armonía, ella sintió dolor a causa de esa situación, y decidió hacer algo al respecto, con el fin de aliviarles el sufrimiento.
En el mensaje de nuestra Reina celestial, hay mucho que puede causar pena y remordimiento. Todo quiere ser medicinal, su propósito es la sanación.
Estamos en el tiempo de Pascua, pero ¿han notado que el Salmo responsorial es el mismo del Domingo de Ramos? Hoy tenemos la jubilosa conclusión de ese Salmo, qué contraste con el grito de desesperación del comienzo. Otro Salmo lo pone más conciso, “Por la noche las lágrimas, pero con el alba nos llega el regocijo”
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.