El Cuadro Completo
(2do Domingo de Adviento: Isaías 11:1-10; Romanos 15:4-9; Mateo 3:1-12)
El lenguaje pacífico de las dos primeras lecturas y del Salmo muestran un claro contraste con las palabras de Juan Bautista en el Evangelio.
Pero nada de esto existe de manera aislada del resto de las Escrituras. Isaías y Pablo también se expresan con palabras duras en otros lugares; otros versos del Salmo de hoy contienen imágenes relativamente violentas; y el Evangelio, como bien lo sabemos, es más lleno de esperanza que el relato de la predicación de Juan podría llevarnos a esperar.
Naturalmente nosotros tendemos a centrarnos en aquellas escrituras que nos reconfortan. Esto no es algo malo.
Lo mismo es cierto en el caso de La Salette. Yo mismo a veces me asombro al encontrar personas devotas de la Bella Señora que únicamente pueden citar el comienzo del mensaje. “Acérquense, hijos míos, no tengan miedo”, y el final. “Se lo dirán a todo mi pueblo”. El someterse, el hambre, la muerte de los niños – sí, sabemos que están allí, pero no estamos inclinados a detenernos en ellos.
De manera ideal, sería suficiente el estímulo para mantenernos en la senda correcta. Pero, como cada padre de familia y cada profesor saben, guiar a alguien incluye la corrección de las faltas y la advertencia de los peligros. En esto consiste la honestidad de Juan Bautista, por eso fue encarcelado y condenado a muerte, porque predicaba verdades incómodas.
Nos damos cuenta de que de vez en cuando es bueno para nosotros ser puestos a prueba. Podemos hasta plantearnos metas difíciles con el propósito de mejorar nuestras capacidades o nuestra condición física, y monitoreamos nuestro progreso. Puede ser un asunto muy distinto cuando el desafío nos viene de otros.
Los Fariseos y los Saduceos tenían la ley como la norma de sus vidas, y hacían todo lo posible para permanecer fieles a ella. Pudieran haber venido a recibir el bautismo de Juan como una señal de arrepentimiento por cualquier falla en su observancia. Es fácil imaginar el shock y el desagrado al escuchar: “Raza de víboras, produzcan el fruto de una sincera conversión”.
Juan no los odiaba. Habló de esa manera para asegurarse de ser escuchado por ellos.
El mensaje de Nuestra Señora es todo amor, pero, para llegar a todo su pueblo, ella necesitaba mostrar el cuadro completo, llamándonos tanto al arrepentimiento como a la esperanza.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.