P. René Butler MS - 4to Domingo de Cuaresma - Resplandecientes

Resplandecientes

(4to Domingo de Cuaresma: Josué 5:9-12; 2 Corintios 5:17-21; Lucas 15:1-3, 11-32)

“Miren hacia él y quedarán resplandecientes”. Estas palabras en el Salmo de hoy se refieren al Señor, pero podemos aplicarlas al hijo pródigo. Al ver a su padre, se vio revestido con los más finos atuendos, un anillo en su dedo, sandalias en sus pies.

En pleno tiempo penitencial de Cuaresma, la Iglesia nos da el Domingo del Laetare (alégrate). Además de las referencias específicas a la alegría en el Salmo y en el Evangelio, las lecturas están llenas de razones para celebrar.

En la primera lectura, Dios le dice a su pueblo, “Hoy he quitado de encima de ustedes el oprobio de Egipto”. Han atravesado el Jordán y ahora celebrarán su primera Pascua en la tierra prometida. Por fin son un pueblo verdaderamente libre.

San Pablo habla de la reconciliación con entusiasmo, la cual es obra de Dios, y que estamos llamados a aceptar. En nuestras relaciones interpersonales con otros, sabemos cómo es la reconciliación, cuando el ofensor y el ofendido son capaces de mirarse con felicidad y reconocer la “nueva creación” del amor restaurado.

Más jubilosa todavía es la reconciliación a la cual la Bella Señora de La Salette nos invita. Al confiar su mensaje a Melania y Maximino ya nosotros, ella nos convirtió en embajadores de Cristo. Podemos proclamar ante todos que Dios, “no teniendo en cuenta los pecados de los hombres”, les ofrece la oportunidad de volver a él humildemente y a estar en una correcta relación con él.

¿Acaso no se trata de eso el relato del hijo pródigo? “Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó”.

Podríamos detenernos aquí, y esta reflexión estaría ya completa. Pero permítanme usar el espacio sobrante para un par de pensamientos adicionales.

Regocijémonos porque, en la Vigilia Pascual, miles llegarán a ser una nueva creación por medio de las aguas del bautismo y de la unción con el aceite sacro de la confirmación y por el derramamiento de los dones del Espíritu Santo.

Procedamos como dice el padre, “Que haya fiesta y alegría”por cada alma que se salva, por cada pecador (nosotros incluidos) que se reconcilia con Dios, porque aquel “estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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