Disposición, voluntad, capacidad
(7mo Domingo de Pascua: Hechos 7:55-60; Apocalipsis 22:12-20; Juan 17:20-26)
La muerte de Esteban quedo registrada en la primera lectura. El relato incluye esta oración: “Los testigos se quitaron los mantos, confiándolos a un joven llamado Saulo”. Este es el mismo Saulo que más tarde sería conocido como Pablo.
Esteban es venerado como un mártir cristiano. Así que puede sorprender el hecho de saber que la palabra griega original para testigo en este pasaje es martyres. ¿Cómo puede ser esto posible?
Durante el tiempo Pascual, hemos encontrado a menudo la misma palabra. Los apóstoles se presentaron a sí mismos como testigos de Cristo Resucitado, siempre martyres en griego. Eso es lo que la palabra significa. Un mártir, para nosotros es, en primer lugar, un testigo de Jesús, pero uno que derramó su sangre por el Evangelio.
Esteban dio testimonio por palabra y por imitación. Su oración al morir fue, “Señor Jesús, recibe mi espíritu... Señor, no les tengas en cuenta este pecado”. Jesús crucificado oró, “Padre, perdónalos”, y, más tarde, “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:34, 46).
Durante su juicio en el Sanedrín, Jesús dijo, “Verán al hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo” (Mateo 26:64). Esa es la visión descrita por Esteban, que tanto enojó a su audiencia.
Saulo, también, se convertiría en un testigo fiel y perseguido. A lo largo de los siglos, ¿cuántos otros? ¿Cuántos más en el futuro por venir?
Los Misioneros de La Salette eligieron permanecer en su misión, siendo testigos de Cristo ante el pueblo, durante la guerra civil en Angola. Tres de ellos murieron en el fuego cruzado. Otros acompañaron a los refugiados en un campo de Zambia donde casi murieron de hambre. Al escribir esto, nuestros Misioneros de Polonia continúan con su misión en Ucrania a pesar de la guerra con Rusia.
La mayoría de nosotros, testigos “ordinarios” no tuvimos que hacer tales sacrificios. Pero no es suficiente con admirar el sacrificio de ellos mientras llevamos la gran noticia de la Bella Señora al mundo, por palabra y ejemplo.
Como ellos, debemos tener la disposición, la voluntad y la capacidad para llevar a cabo la misión confiada a nosotros. Si tenemos la necesaria preparación y el deseo, podemos contar con que Nuestro Señor y Nuestra Señora nos den el coraje para hacerlo.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.