P. René Butler MS - Epifanía - El Misterio de los Magos

El Misterio de los Magos

(Epifanía: Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-6; Mateo 2:1-12)

Por un corto tiempo, toda Jerusalén estaba hablando de unos extranjeros que habían llegado desde el este, haciendo una pregunta extraña. Los expertos bíblicos de aquel tiempo encontraron una respuesta, y Herodes los envió a su camino.

¿Quiénes eran? ¿Cuántos? ¿Cómo reconocieron la estrella? ¿Qué la identificaba con el nacimiento de Cristo? ¿Cómo podía la estrella moverse hacia el sud desde Jerusalén hasta Belén? Abundan las teorías, algunas bastante interesantes. 

Pero nada de todo eso es realmente importante. Esas cosas pueden fácilmente distraernos de lo esencial del texto—el objetivo de la búsqueda de los Magos: Jesús.

No parece probable que San Pablo haya alguna vez oído hablar de los Magos. Pero ahonda en sus historias de una manera más efectiva: “Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, [que] consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio”. Así se cumple la promesa hecha a Jerusalén por Isaías: “Las naciones caminarán a tu luz”.

A finales de 1846, todos en la diócesis de Grenoble, y más allá, estaban hablando acerca de una misteriosa Bella Señora que había venido, al parecer, del cielo. Su objetivo era similar al de la estrella de la Epifanía: indicar el camino (en este caso, indicar el camino de regreso) a aquel al que ella llama “mi Hijo”.

Los Sabios “cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre”. En La Salette, Maximino y Melania vieron algo muy diferente. Jesús estaba representado no como un bebé sino como el Salvador crucificado. La Salvación anticipada en los relatos de la infancia de Jesús se cumplió en el Calvario.

Al reflexionar en el relato del Evangelio y en la aparición de Nuestra Señora de La Salette, miramos al pasado. Sin embargo, los dos acontecimientos nos invitan a entrar también en el misterio del presente, y en el del futuro.

La Iglesia hace memoria de los Magos por una razón. Nosotros hacemos memoria de La Salette por una razón similar. Los dos llevan la esperanza expresada en la respuesta del Salmo de hoy: “¡Pueblos de la tierra, alaben al Señor!” ¿Podemos hacer nuestra parte para que esto se haga una realidad?

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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