(Sexto Domingo de Pascua: Hechos 8:5-17; 1 Pedro 3:15-18; Juan 14:15-21)
El texto de nuestro Evangelio comienza con, “Si me aman, guardaran mis mandamientos” y termina con. “El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.”
Nos hemos acostumbrado al mensaje reconfortante del amor incondicional de Dios. Pero aquí parece que Jesús está colocando una condición a su amor, y es el guardar sus mandamientos. Esto podría ponernos en conflicto cuando estamos particularmente conscientes de nuestra pecaminosidad. ¿Podríamos alguna vez llegar e estar completamente separados del amor de Dios? La respuesta es por supuesto un enfático NO.
Pero una inquietud parecida surge cuando la gente escucha por primera vez el mensaje de La Salette. Después de llamar a los niños hacia ella, Nuestra Señora dijo: “Si mi pueblo no quiere someterse, me veré obligada a dejar caer el brazo de mi Hijo. Es tan fuerte y tan pesado que no puedo sostenerlo más”
¿Qué hacer con esto? Es impensable que María esté tratando de impedir que un Jesús enojado vaya a infligirnos un castigo. Él es el Salvador; él puso nuestras culpas y castigos sobre sí mismo.
Muchos intentos se han hecho para dar una explicación más allá del significado obvio de las palabras de Nuestra Señora. Relatos tempranos de la Aparición a veces tienen la palabra “mano” en lugar de “brazo” y “sostener” en lugar de “retener”, pero eso parece ser una diferencia menor.
Isaías 5:25 dice esto: "Por eso se ha encendido la ira de Yahveh contra su pueblo, extendió su mano sobre él y lo golpeó... Con todo eso, no se ha calmado su ira, y aún sigue extendida su mano"
Como el profeta, la Bella Señora usa una imagen familiar para su “audiencia”. Desafortunadamente aquel era en un tiempo y un mundo en el que la disciplina física severa y la violencia doméstica eran comunes. Habiéndose aparecido en nuestros tiempos y en un mundo como el nuestro, sin duda hubiera usado una imagen diferente.
Sería interesante especular sobre cuál podría ser esa imagen. Tendría que ser lo bastante impactante como para poder atraer nuestra atención y lo bastante fuerte como para convencer a la “audiencia” de nuestros días sobre la urgencia de volvernos hacia Dios.
Una vez alcanzada la meta. No hay miedo. “El amor perfecto aleja el miedo” dejando “gran alegría”.
Traducido por Hno Moisés Rueda, M.S.