Los pequeños
(Decimocuarto domingo del tiempo ordinario: Zacarías 9, 9-10; Romanos 8, 9-13; Mateo 11, 25-30)
Jesús agradece a su Padre por haber revelado “estas cosas” a “los sencillos” y no a “los sabios e inteligentes”. El no dice qué son esas cosas específicas que tiene en mente. El pensar es más general: el Padre ha mostrado su preferencia por los humildes y los pequeños. El Magníficat de María refleja la misma realidad.
No hay que extrañarse entonces de que, en la mayoría de las Apariciones, Nuestra Señora haya elegido a “los pequeños” como sus testigos. La Salette no es una excepción. Es difícil imaginar que pudiera haber personas más humildes que Maximino Giraud y Melania Calvat. Aun después de haber recibido una educación, ellos no se pusieron por encima de la mayoría de sus pares que recibieron una educación similar.
Se rumoreaba lo contrario. Una carta fechada en 19 de febrero de 1845 – cinco meses después de la Aparición – y enviada al párroco de Corps, incluía un relato de la Aparición que entro otros errores incluía la siguiente declaración acerca de los niños: “De miedosos que eran, se convertían de repente en osados; de simples campesinos que eran se hicieron intelectuales y elocuentes”
Es cierto que asombraban a la gente con las repuestas que daban a preguntas tramposas, y su resistencia a las presiones que se les ponían para que negaran lo que habían visto y oído. Pero lo hicieron con gran simplicidad. Seguían siendo “los pequeños”
Jesús se describe a sí mismo como “el manso” y encontramos el mismo adjetivo usado para el rey que estaba por venir, en la primera lectura. Jesús también nos dice que aprendamos de él. En otro lugar nos dice que seamos como niños pequeños.
Esta mansedumbre ciertamente se adapta a aquellos a quienes San Pablo describe como "en el Espíritu". Aquellos en quienes "el Espíritu de Dios habita" esos no pueden ser arrogantes, ni creerse superiores a los demás.
Se dice que a Maximino siendo adulto se le pidió relatar la historia de la Bella Señora una vez más. Él lo hizo, y concluyó con estas palabras: “Y luego ella desapareció, y me dejo aquí con mis defectos”
Que espléndido ejemplo de mansedumbre de la que Jesús habla: Reconociendo la gracia de Dios y nuestra indignidad. Todos podemos ser “los pequeños” en este sentido.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.