¡Estén siempre alegres!
(3er Domingo de Adviento: Isaías 61:1-11; 1 Tesalonicenses 5:16-24; Juan 1:6-28)
Todos conocemos personas que no son siempre contentas. Algunas simplemente expresan una disposición sombría; otros temen lo que está por venir, o tal vez están atravesando el duelo por una pérdida, reciente o antigua. En estos o en otros casos similares, se hace difícil escuchar la exhortación de San Pablo: “Estén siempre alegres”.
La Madre que llora de La Salette se lamenta por el sufrimiento y la vulnerabilidad de su pueblo, y hasta se queja por tener que rezar por nosotros sin cesar. Su Aparición podría considerarse como un evento desafortunado si no fuera por una sola cosa: “vengo a contarles una gran noticia”. Estas palabras son similares a las de Isaías.“El Señor me envió a llevar la buena noticia a los pobres”.
María se apareció en la hendidura de una peña, pero después de hablar con los niños subió a un lugar más alto y luego se elevó más allá del alcance de ellos antes de perderse de vista. Fue un movimiento desde el dolor hacia la gloria.
La Salette es un lugar de alegría. Esto es cierto no solamente para la montaña donde la Bella Señora puso sus pies sino también para cada uno de los santuarios de La Salette. Muchos llegan cargando sus penas, sí; pero la mayoría se va con un espíritu que, como el de María, “se estremece de gozo en Dios, mi Salvador”, y haciéndose eco de Isaías: “Yo desbordo de alegría en el Señor, mi alma se regocija en mi Dios”.
Se trata con frecuencia de una alegría interior, una paz serena, lo cual no equivale a jovialidad. Puede ser que los miedos no se vayan o las lágrimas no se detengan o no haya un cambio de personalidad. Este sentir no siempre puede describirse con palabras, pero tampoco se puede negar.
Juan el Bautista es presentado en el Evangelio de hoy con estas palabras: “Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él”.
He aquí un desafío para ti. Cambia el texto a, “Una persona llamada [tu nombre] fue enviada por Dios, para dar testimonio de la luz”. ¿Es éste un pensamiento feliz?
Tenemos razones para creer que el Bautista fue feliz en su ministerio, porque en Juan 3:29, cuando supo que todos estaban yendo a Jesús, respondió: “mi gozo es ahora perfecto”.
El versículo justo antes del Evangelio de hoy dice: “La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella”. Esto debería también ser la verdad de nuestra alegría. Que nada pueda nunca prevalecer contra ella.
Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.